29.9.10

La esperanza

Me han encerrado acá, y toda mi esperanza está tan apagada que me asusta como un muerto que en cualquier momento puede asomarse por la ventana. Todo huele a podrido, a un estático encierro que parece eterno, y vos estás tan lejos que ni me animo a tocarte en el aire, a inventarte no me animo siquiera, como para entretenerme o desearte un poco menos. Los de afuera están sordos y me miran extasiados, y yo me asomo tímida por entre mis rodillas y alzo la vista curiosa para saber si me están observando y así no tener miedo de escribir. Te agradezco porque si no hubieras existido en mi vida, quizás de improvisto o porque así algo lo quiso, no tendría a quién escribirle, y mirar el techo sería demasiado aburrido. O menos riesgoso, podrías decirme. Que vean mi hoja, esa misma que escondo apretándola con la espalda contra la pared, que hago un bollito a veces y meto en el bolsillo, esta hoja que está sucia y rota y en la que te escribo, sería mi muerte inmediata, o mi tortura, la última cosa que vería en la vida. No quiero que te enojes, pero puede que te escriba con la ilusión inocente de que me vas a leer, y vas a venir a buscarme más allá de toda esta cosa rara que ahora nos separa, el tiempo, la distancia constante, el contacto ya lejano de nuestros cuerpos, te vas a olvidar y vas a recordar, te vas a volver loco quizás, por venir a rescatarme como en un estúpido cuento, no te ofendas por favor, pero tal vez sólo quiero salir, y que después me dejes libre, me dejes besar a otro y abandonarte insensiblemente en una esquina sin que me importe tu llanto. Me miran tanto que a veces me asusto, pero nunca hicieron nada sabés, ni siquiera un leve acercamiento, un gesto sospechoso de la boca, quizás lo hacen porque para ellos todo debe ser también demasiado aburrido, y me estoy jugando la vida sin embargo, sabés, al posar así mi lapiz sobre esta hoja maltrecha, por vos o por mí, por escaparme por fin de esta tragedia que ni yo conozco porque todo está muy oscuro y ni siquiera sé cuán grande es este cuarto ni cuánto falta para mi cumpleaños, que por el leve calor que entra por la ventana cerrada sospecho que se está acercando. Creo que cuando leas esto, vas a venir a buscarme justo ese día, y vamos a ir juntos a tirarnos a ese sol molesto de verano, pero por ahora todo parece tan lejano que ni llego a alcanzarlo con la imaginación, y mirá que para estas alturas tengo tanta...

Parece que hay algo que me mantiene ahora, mirándolos a ellos mirándome, con las piernas ya acalambradas de tanto intentar ocultar el papel, y el pelo sucio, un fervor que me sale de adentro, que está esperando el momento justo para salir, unas ganas de saltar por todos lados, pero me estoy guardando todo para cuando vengas, no por quererte, sino porque nadie lo haría sino, nadie disfrutaría verme en esa locura terrible que será la libertad, y nadie llorará cuando lo abandone, y nadie volvería a rescatarme (porque claro que me van a volver a traer cuando se den cuenta de su error) a pesar de mi indiferencia a las miradas, a los gestos amorosos que exigen tristes algo a cambio. Ya me molesta un poco, pero resisto porque todo lo haría por tus manos abrazándome, por ver tu cuerpo caminando, por ver un cuerpo caminando, por verme, sí, porque acá todo es tan oscuro que hasta dudo de mi propia existencia, dudo de si alguna vez estuve, y vos estuviste ahí para hablarme, y gritarme después con un enojo humillante, y si realmente lo hice, si es verdad que sos ese muerto que en cualquier momento puede asomarse por la ventana.

26.9.10

Historia de las sillas

Cuando alguien lo rescate, el gusanito saldrá a la tierra. Andará contorneándose inquieto y transparente por la humedad del suelo, se arriesgará a las pisadas y se deslumbrará con el cielo tibio de la última tarde. Pero hoy, una honda oscuridad lo mantiene debajo. No importa si cierra los ojos, si los abre, si intenta moverse o si sueña con un amor rubio. Su cuerpito sabe dónde estar para no morir, sabe que lo aplasta insensiblemente una gran piedra. Y que por su poco peso, su poca fuerza y su poca importancia dentro del reino animal, no podrá salir jamás de las limitaciones de su vida. Porque si saliera, ni siquiera podría alimentar a nadie, no serviría. Simplemente lo aplastaría un pie extraño e inmenso e inmediatamente entraría en la lista de las cosas descartadas que le sobran a este mundo y que sólo puede agregarlas a una lista para no ser tiradas en agujero negro, una bolsa de basura o un olvido atento de alguna cabeza.

Su inmovilidad suele desesesperarlo. Es fantásticamente obediente, a pesar de la limitación de sus posibilidades. Apenas intenta salir, vuelve a su cabeza como un martirio la realidad amenazante de su vida, y permanece apesadumbrado durante el resto del tiempo (no del día, no de la noche, eso nunca se sabe).

Pero hay una cosa que, invariablemente, lo impulsa a abrir los ojos, a dibujar una tierna sonrisa a pesar de no hacer fuerza o de estar muy dormido. Y es pensar que allá afuera, a alguien le molestará la piedra que lo aplasta. Y que por eso, a pesar de no pensar en su terrible desgracia o en el necesario salvataje de su especie, la correrá y su vida comenzará de nuevo. No sabe qué habrá debajo. Tampoco lo sospecha. ¿Más tierra, más nada, otro mundo igual al de arriba, pero al revés? ¿Con piedras que se alzan sobre las cabezas, y personas que las rozan mientras están paradas? Algún día vio algo parecido. Y el recuerdo lo enaltece y se siente superado. Por eso puede imaginar, con un gesto soberbio, cuántas cosas podrá haber además de las que ya conoce.

La inversión del mundo por debajo suyo es la idea más acertada, para su cabeza pequeña y su cuerpo zigzagueante (antes zigzagueante) al menos. Si se intentara hundir un poco más, si hiciera fuerza contra todo eso que está debajo suyo y que siente que lo espera, su objetivo en la vida estaría cumplido, y, lo más importante, no dependería de nadie que alzara la piedra que lo hunde cada vez más en la tristeza. Así que se dispone a cavar hondo, profundo, constante y fervientemente, esperando la luz, otra piedra, un pie, la existencia paralela de otro mundo que nadie más que él es capaz de conocer. El tiempo pasa agazapado a él, recordándole su existencia a cada paso, haciéndole saber que quizás quedarse hubiera sido la mejor opción, esperar que un piadoso, necesitado o distraído caminante lo dejara respirar para volver al antiguo mundo que ya conocía, y que era su mayor comodidad. Pero no responde a sus tentaciones, poderoso el gusano impulsa con toda su pobre potencia la tierra que va encontrando, hasta que se topa con algo. Pero no es duro como una piedra, ni gomoso como la suela de una zapatilla. Es suave y sedoso y se posa tímidamente sobre él. La suavidad de ese objeto, su comodidad terrible lo satisface de tal manera, le devuelve tanto su antigua felicidad, que se queda dulcemente dormido, como si fuera ese el lugar que lo estuvo esperando toda su vida, como si fuera esa nube la cama en la que algún día debía dormir.

22.9.10

Venganza

Detrás de los puestos que ocupan las cosas en el mundo, hay uno adormecido y débil que todo lo deja caer. Ahí estamos nosotros: rotos por todos lados y resignados a cada quebranto como a una condena de dios. Importa poco la estación, la compañía y el intento. El tiempo, el cuerpo, la desidia cotidiana de la vida. Algo atraviesa toda condición normal del mundo para anudarnos a este lugar donde nacimos y donde vamos a morir irremediablemente. Contar, reanudar la cuenta, olvidar el resultado, volver a formularla, encontrar el número exacto para dudar automáticamente de él. Quizás pensando diferente, obtendríamos otra resolución. Pero esa diferencia no importa, porque no volveremos a intentarlo, como abandonamos cada uno de los intentos de nuestra vida. Es fácil entregarse, nos susurra la moral mirándonos desafiante, vivir en la resignación de la incertidumbre. Pero nadie sabe lo que es la falta. Nadie ocupa el lugar que no existe, que excede los límites del mundo como si en verdad fuera plano y nosotros estuviéramos al borde, justo por caernos a cada paso. Cuánto resistimos entonces, cuánto más que otros que sólo sienten el vértigo de antes de dormirse, que roncan y se quejan y aman con forma de plástico. Acá no cabe la idea, porque si alguien intentara encajarla en nuestro puesto, nosotros moriríamos. Y eso sería arriesgarnos demasiado a lo que estaríamos dejando acá, quizás (y seguramente) sólo más mugre amontonada que algún extraño juntará. Por eso no podemos entregarnos a eso, por eso vivir cada día llorando es la mejor manera de pertenecer a donde hemos nacido, más allá de nuestro amor malacostumbrado y nuestro existencialismo intrascendental. Pero cuidado, no tardaremos mucho en acercarnos, en romper con todos los puestos anteriormente determinados, y serán ustedes entonces los que caerán al abismo, y serán ferozmente devorados por tortugas mientras nosotros los reemplazamos en sus camas sin que nadie se de cuenta.

12.9.10

Antes de que me vaya

¿Se fueron? Fijate si se fueron. Bien. Subí la música, al mango. Más alto. Al tope, hasta que no puedas seguir moviendo la ruedita... Uy a ver, dejame a mí. Ahí está. Ya sé, aturde un poco, pero al rato te acostumbrás. Hay un sillón allá, tirate. Primero abrí bien grandes los ojos, después cerralos con fuerza. Lo que es ese bajo, no se puede creer. Prestale atención, jugá con eso: primero el bajo, después la batería, después cuando llegue el solo el piano. Ahora fusionalos, cuando se pongan todos de acuerdo. Movete como si fueras vos la música. Las drogas no vendrían mal, sentir que uno es parte de todo, eso pasa, que uno es parte de todo. Parate y bailá conmigo. Somos tantos en esta tarde mágica. ¡Vuelan los pájaros allá! ¿Los ves? Para mí que también nos están escuchando. Se ponen de acuerdo para cantar, qué cosa tan hermosa. Te extraño un poco sabés, y eso es raro porque estamos bailando. Pegate más a mí, nunca dejes de escuchar el bajo porque ahora viene la mejor parte. Un solo fantástico, si uno supiera realmente describirlo sin tener que sufrir esta rara incertidumbre. Afuera no está pasando nada, acá somos nosotros y está todo. Dejanos solos, realidad. No le cuesta nada, con todas las cosas que tiene que hacer. Esa señora hace resonar sus tacos, y menos mal que no llegó el marido porque se pondrían a pelear, como siempre. ¿Nunca pensaste lo inútil que es pelearse, empezar a las puteadas para luego terminar en la cama porque sería demasiado costoso separarse? Ah, menos mal que nunca nos casamos. Cuando seamos grandes, lo sé, nos vamos a equivocar. Qué feo nos vamos a equivocar. Escuchá la batería, hace un contratiempo. No te estoy dejando escuchar, lo sé, pero te resignás porque sabés que soy así y no podés cambiarme, además yo te traje acá, no me reproches nada.

No te canses nunca, la música no va a terminar por vos. El mundo nos queda demasiado grande, y quizás por eso somos felices, hay tantas porquerías afuera que mejor no pensarlas, dame la mano así y revoleate, que nadie te detenga, que no vengan. ¡La vida tiene cosas tan fantásticas! Pero al final siempre concluyo que son una ilusión, que la realidad es mala y todo lo que no nos parece malo es en realidad una mentira. ¿No podría ser al revés, también? ¡Yo qué se! No parecen tan irreales las notitas agudas del piano. Fracasaremos en todo, yo lo sé. En cada paso nos caeremos como estúpidos, pero no importa demasiado, estoy escribiendo tan mal últimamente... y eso me da miedo, la única esperanza de supervivencia. Claro, después de que esta tarde muera, porque no sé si voy a sobrevivir. Vení y bailá conmigo, la música no va a terminar por vos.

10.9.10

De más

A todo le sobra tanto. Como en la imagen tosca de un sueño, te veo yéndote y me escondo, te oigo el paso, estoy sorda, no te encuentro entre todo esto. Lo innecesario se me acumula como si fuera indispensable, lo tengo guardado por si alguna vez sirve. Porque lo importante está gastado. ¿Cuánto nos habrá quedado a nosotros? El mundo huele demasiado mal, anda demasiado mal, mira demasiado mal. Y nos contagiamos, con esa resaca que nunca nos saca del pozo. Te admiro mientras asomás la nariz a la puerta, no es amor esto que pasa, una admiración sucia, casi cercana al odio, a la vergüenza. Me das vergüenza porque aunque me mate mil veces, nunca dejo de buscarte, nunca dejás de parecerte al mundo.

5.9.10

La vuelta

Si te mataron, que no vuelvas.

¿A dónde se trazan las líneas de tu cara,

en qué vieja imagen se refleja tu imagen?

Estás borroso, desgarbado,

te cuelgan los brazos en un gesto tosco.

Qué succión la del tiempo,

mañana será tarde para que arrastres tu sangre

a mis pies descalzos,

te besaré la frente y desearé tu desaparición

rotunda, drástica, como una lección al final de día.

No llores, mañana serás un niño solo.

Y estaré mirando el cielo, satisfecha,

sintiendo el aire intoxicado

de un cigarrillo.