4.4.10

El impulso

Cuando me interné en el bar, yo no sabía lo que hacía. Supongo que fue un poco ella, también las arrugas asomadas, el monótono pesar de la muerte. Me descubrí solo: había algo en mis manos que no cargaba con la voluntad de la risa, con la palmeada en la espalda... Qué increíble su cuerpo, qué cosa ahora el mío. El golpe del tiempo, la morbosa realidad del hombre, uno tras otro los vasos de whisky, todo en un instante sagrado, como si Dios me hubiera dicho hacelo, ya no valen las procesiones ni los rezos, hoy por fin sos persona libre y mediocre, es tuyo el mundo. Creo que estaba la cama desarmada, esa neblina pesada de humo de cigarrillo, su foto tirada en el piso por una reacción que no recordaba, y todo así pasó y de repente estaba acá, como siempre, la luz nunca deja ver nada salvo el brillo inútil de la barra, o su imagen mentirosa a mi lado.

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