30.12.10

contemplación

en el otro extremo de mi vida está el horizonte. me separa de él la línea de la tierra. no hay mar en el medio, sólo un agujero negro donde me esperan telarañas. aquí no sé si hace calor, porque aunque lo hiciera, el viento lo superaría enormemente, al punto de espantar a los reptiles y llevarse despiadado las flores más hermosas. se me impone a los ojos, me los llena de restos. tengo que cerrarlos, no puedo ver. quizás se haya acercado el final del mundo en ese mismo instante, porque el tiempo sabe extraño en este punto del planeta. se burla de él, y el sol sale cuando en el mundo es aún de noche. y se va a dormir para recibir a la noche a pleno mediodía. yo, mientras tanto, permanezco. no parece que pasara nada por mi cuerpo. está inmóvil, pero no lo estoy por dentro, quizás se mueven mis jugos gástricos, mi saliva, mi sangre acelerada. se mueve todo y es como una licuadora incansable que no se queda quieta. me exige que me vaya. pero otra vez el sol, el cielo, la tentación pecadora de permanecer a donde dios no quiere. me pregunto si me estará mirando desde alguna nube, aunque más bien creo que allí hay otra cosa. viejos ancestros que dejaron las vasijas que decoran los museos, y que esperan que haga algo entre tanta polución. quizás con mirarlos les baste, quizás no. más no puedo hacer, porque el viento se ha potenciado en estos años que parece que pasaron. aunque hayan sido, tal vez, minutos miserables que no valen nada para los hombres. no sé si soy persona ahora, también lo estoy dudando, porque no me rodean más que plantas y aire pesado por las grandes ráfagas. y me pregunto en qué cosa me habré convertido, un lagarto, una amapola, un alerce, y si iré a reconocerme cuando me mire al espejo.

1.12.10

mi identidad

primero me miraste. había algo idiota en tus ojos, un resto de miel podrida y amor eterno, la inocencia incondicional de un niño, te arrodillaste ante mí después con una entrega de vasallo, no supe qué hacer ante tanto cuerpo. mil metros de distancia quizás nos separaban, y ahora me observabas con los ojos abiertos, como un sapo exaltado o un cadáver recién muerto, me penetraste sin quererlo con tu desesperación malherida, y tuve que decirte algo. mañana será, lo sé, lo siento en todo lo que soy, como si ya me estuviera convirtiendo en el futuro, primero mis manos que no se aferran a nada, luego mi cuerpo que no se mantiene en la tierra, así toda yo estoy siendo el porvenir, te veo claro a vos, a tu boca húmeda decorando las imágenes, llevás el pelo en la cara pero detrás siempre tus ojos, y me acompañás hasta en la enfermedad más contagiosa, y me tomás la mano fuerte para asegurarte de que existo. soy como el tiempo, sé todo y no me importan las penas que voy dejando en el camino, estás inclinado ante mí como pidiéndome algo que no puedo descifrar y que vos no sabés decir. decime qué pasa, por qué estamos tan tristes, y no podemos seguir viviendo en nuestros estados naturales, por qué no puedo asegurarle a nadie que esto no es en verdad un sueño. lo sabés y balbuceás idiota como un mudo, se me estalla el alma de tanta duda, yo no sé nada, no pretendo saber nada quizás, pero me incitás a la incertidumbre, a la pregunta rondando como un fantasma, mostrándome que nada está acomodado, que estamos distribuidos en retazos desordenados. y ni siquiera sé si mi vida es esta, o esto de tenerte enfrente es un resto que ha quedado de otros restos inmundos, y el paradero de mi todo es eso que me querés decir, y no te puedo escuchar, y quizás no me importe, al final todo pasa por mis manos, soy el tiempo. y quizás no te importe.