7.8.10

Canon

En música, un canon es una contrapuntual composición que emplea la melodía con unas o más imitaciones de la melodía jugada después de una duración dada (e.g. resto cuarto, una medida, etc.). La melodía inicial se llama el líder, mientras que la melodía imitativa se llama el seguidor que se juega en una diversa voz. El seguidor se debe crear del líder siendo cualquiera a la réplica exacta de ritmos e intervalos.



Lo extrañamos cuando se había ido. Ahora no nos importa demasiado. Dejó una camisa negra, un pipa que parece valer bastante dinero y una carta seca y sonsa que indica su partida. Primero fue un vacío horrible, la silla vacía en la cabecera de la mesa, el silencio ante la espera del sonido de las llaves a las ocho de la noche, el hueco que se iba formando poco a poco en su lugar de la cama, la limpieza excesiva que conservaban sus sábanas, el nudo en la garganta cada vez que algo nos recordaba a él, un tango de fondo en una película, el chocolate con almendras, el café quemado, la sonrisa de dientes blancos, el brillo de los ojos de un hombre emocionado. Todo nos atrapaba de tal manera, nos hundía de tal forma en una tristeza improvisada, desprovista de solución inmediata, de consuelo alguno, que ya cansados estábamos. Porque creíamos olvidarlo, en verdad lo pensábamos, cuando había sol y salíamos a comprar facturas o nos reíamos mirando televisión, o hacíamos bromas telefónicas a las vecinas, o tomábamos helado en invierno. Cuando bailábamos una canción bonita, y cantábamos a los gritos, desgarrados de alegría, una alegría inmensa que pudo haber durado años si hubiéramos tenido la voluntad necesaria para sostenerla y no caer como siempre en el pozo.

No nos consolaba pensar que estaba muerto. Porque no lo estaba. Fue una desaparición turbia, como la de un intruso que parece haberse instalado y de repente ya no está, como la de las estaciones que apenas se ponen lindas se van, como los versos de un poema que en el goce esconden una levedad infernal. Se fue como se va todo, siempre, de las manos se nos fue de repente, no lo vimos ir, ni siquiera la espalda, los ojos en duro rechazo, la cabeza hundida hasta el pecho, arrepentida, no vimos nada suyo que nos dijera que estaba, que estuvo alguna vez ocupando un lugar en nuestras vidas. Pero lo dejamos ir, como si así hubiera tenido que ser. No le reprochamos nada. Debía hacerlo, simplemente, no estar, uno después de todo también se iba a tener que ir algún día, y si no lo hacía de cualquier manera moriría y esa es otra manera de abandonar. Digamos que lo suyo al menos fue más valiente.

Nadie nunca me creyó, pero una vez creí verlo. Leía en mi cuarto, era verano, y él me saludó desde la calle, tan contento que no parecía ser él, por eso olvidé automáticamente ese sueño turbio, aunque siempre se me aparece como en una ilusión, y lo toco y es mío. Se fue, lo vimos todos. Dio varios pasos, cerró la puerta, caminó por la calle, hacía frío y tenía un saco, daba pasos y avanzaba, fue real su despedida, todos asumimos eso como cierto, pero eso no implica no estar tristes de vez en cuando. Nunca me pregunté dónde estará. Porque no puedo imaginármelo. No tiene una casa en otro lado, ni un amigo cercano que fuera a hospedarlo, ni dinero para ir a otro país, ni siquiera a otra ciudad. Tampoco intento pensarlo demasiado. Las cosas están donde deben estar, allí la familia bailando de vez en cuando, aquí yo siempre leyendo cerca de la ventana, todo en su justo orden, como debe ser. Él en otro lado, fuera de nosotros. Así es como tienen que ser las cosas, cuando uno ya agotó todas las formas de cambiarlas.
Ya no hay un lugar vacío en la mesa, ya mis sábanas no están siempre limpias. Hoy alguien se le parece, llegó a ocupar su espacio en esta casa casi vacía. Yo lo miro y se me hace un nudo en la garganta, porque estoy enamorada. Como se han ido las cosas vienen otras, antes nos importaba su ausencia, tan fantásticamente atroz, traba incipiente para la continuación de nuestras vidas, fantasma rondando en cada intento de recuperación, pero ahora hay un hombre hermoso que me mira desde el otro lado, me acaricia de noche y me deja leer hasta tarde, hay un hombre que me necesita y aparece siempre, nunca lo contrario. Hay cosas que simplemente desaparecen, yo pienso, él se fue y había alguien en la esquina, es lo más probable, a veces lo toco y no es otro, es él aunque nadie me crea, y se lo cuento al nuevo hombre y cree que es él, pero no. Vuelve a veces, porque si lo ausente lo fuera para siempre, sería muy aburrida esta vida.

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