16.10.10

Esto y aquello

No hay que olvidar que, preferentemente, todo tipo de obligación externa (es decir no interna, no hacer pis, no abrazar, no masturbarse) tiene un dejo misterioso que nos atrae de una atroz manera. Por eso nos adaptamos a la rutina como si fuera nuestro verdadero molde: aquí la limitación de páginas, la limitación de horarios, el orden estricto de entrega de sueldos, de entrega de tiempos, la cerradura de las puertas prohibidas, las manijas gastadas de las puertas abiertas. Todo está determinado y nos gusta, nos gusta que venga un chorro y nos saque el celular, nos gusta contarlo, que un jefe nos diga imbéciles, nos gusta quejarnos, sentirnos ahogados por un quehacer cotidiano que no nos deja tiempo para tirarnos a escuchar música o a leer nuestra novela preferida (y porqué habríamos de leer siempre nuestra novela preferida). Por eso no estamos ahora en la selva, sucios de tierra, lanzándonos colgados de lianas, cazando animales, porque hemos encontrado el lugar perfecto para sentirnos víctimas, aquí y en todos lados será igual a lo largo de la vida, excepto cuando una necesidad interna nos agobia, eso sí que es otra cosa, surge de la nada, de ese encuentro con nosotros mismos del que hablaba Demian pero no mucho más que eso, nadie tiene la culpa: ni el gobierno, ni los vecinos, ni la madre, ni la muerte. Eso somos, y es muy distinto a esto, a las personas que siempre se levantan a la misma hora, y tienen miedo de mirarse al espejo cuando se lavan los dientes.

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