27.2.08

Depender.


Es como si todo dependiera de todo. Como si lo grande dependiera de lo pequeño, como si cada acción dependiera de una anterior.
Nuestra palabra depende de quien la reciba, la actitud de nuestras intenciones, cada situación depende de nuestro alrededor. El presente depende del pasado. El discurso depende del receptor, nuestra mirada depende de la suya. Cada movimiento está condicionado por un presente, un pasado, por un futuro. Cada suceso depende de su propio sentido, y cada persona de su circunstancia. Estamos atados a nuestra propia vida, a nuestro estado natural. Nos atamos a los medios, a las modas, a las tendencias, al promedio, a las constumbres, a los hábitos, a la ambición, a la imagen, a la exigencia. Pareciera que el mundo gira en torno a quienes lo habitan, que el depender fuera mejor, que la respuesta es imprescindible, que actuar es pretender algo. A veces olvidamos nuestro objetivo sólo porque somos esclavos de nuestro propio destino. Y de él dependemos. Así como también nos condiciona cada gramo de aire que respiramos, cada palabra que decimos, cada movimiento que hacemos. Nuestra esencia no es la misma una vez que empezamos a depender de ella, y lo hacemos desde el primer día que vivimos, y será inevitable depender de nuestros deseos, nuestros pares, nuestro ambiente, nuestra vida. Pero jamás nos daremos cuenta de que, realmente, estamos condicionados por nuestras propias exigencias.

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