Pareciera que el mundo está fabricado a partir de estas pequeñas cosas. De tus besos, de los recuerdos, de una palabra. Que los instantes son el único trozo de tiempo capaz de hacernos felices, que en lo fugaz está lo que nos da el sentido.
Y tal vez sea esa mirada, aquella, el paso del tiempo, la risa, el sol, las gotas. Tus pasos, los míos. Los encuentros, los abrazos, los apegos. Los inventos, las caricias. Un café. El contacto. La oscuridad, la percepción. Las manos, la visión. Tal vez seas vos, verte, recordar. Mirar. Tal vez no seamos nada, sino en este momento. O en el otro. Puede que al observarte entienda, o me confunda. Puede que al tocarte no exista, no crea, no me alcance. Y en ese momento se esconde todo lo que puedo llegar a ser, en una figura, en un roce. En mí. En el tiempo.
"cada uno en su lengua puede exponer recuerdos, inventar cuentos, emitir opiniones; a veces incluso adquiere un estilo hermoso, que le proporciona los medios adecuados y le convierte en un escritor valorado. pero cuando se trata de urgar por debajo de los cuentos, de hacer mella en las opiniones y de alcanzar las regiones sin memorias, cuando hay que destruir el yo, no basta con ser un "gran escritor", y los medios deben resultar siempre inadecuados, el estilo devenir en no estilo, la lengua libera una extranjera desconocida, para que uno alcance los límites del lenguaje y devenga otra cosa que escritor" Gilles Deleuze
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