25.4.08

Lo que vemos, lo que nos mira.

Las interrelaciones entre el humano y lo que lo rodea son infinitas. Tan infinitas que apenas se encuentra advertido de ellas.
Pero el punto de inflexión está en aquel momento en que el hombre en su misma esencia es capaz de verlas. El ida y vuelta, la integridad, en el mundo, ser parte. Ahí es cuando se da cuenta de una realidad que, si bien es relativamente existente, le abre las puertas hacia la percepción, el saber mirar. La amplitud de esa mirada es, naturalmente, infinita. Las relaciones anteriormente dichas cobran otro significado, comienzan a ser en su propia esencia. Los ojos las ven. ¿Pero serán esos ojos los que le muestran el mundo al hombre, o el hombre el que le muestra el mundo a los ojos? ¿Son esas relaciones reales o serán un invento de la propia soledad? Aparece automáticamente la idea de aislamiento junto al planteo sobre la existencia. No sabemos si hay realidad, si estamos integrados al mundo a basamos nuestras acciones en hacer al mundo parte de nosotros.
Hay algo ahí afuera innegablemente presente. Tan presente que no podemos ver más allá de la presencia, y sin embargo esta nos ve tan detalladamente que ya casi no le servimos. Ahí es donde comienza el juego de conexiones y capacidad de percepción, porque tanto la mirada externa como la interna funcionan y cofuncionan constantemente, pero al mismo tiempo de manera aislada. Somos muy limitadamente capaces de saber en qué nos relacionamos con lo demás porque apenas tenemos la seguridad de nuestra relación con nosotros mismos. Y en nosotros mismos está la clave, y por eso es tan difícil.

2 comentarios:

David dijo...

"Hay algo ahí afuera innegablemente presente. Tan presente que no podemos ver más allá de la presencia, y sin embargo esta nos ve tan detalladamente que ya casi no le servimos."

la pucha, paula!

David dijo...

estoy maravillándome un rato en el blog de tu mamá