28.8.09

Qué sería de mí.

A veces me pregunto qué sería de mí sin la palabra, una honda fosa llena de nada, un callejón que se inunda de lágrimas, un montón de preguntas sin signos ni dudas, cuerpos sin pasiones y amores sin pasados, dónde volcaría ahora esta pena indefinida, todas y cada una de mis sensaciones extrañas, cuándo y cómo me sorprendería ante mi propia cara, no encontraría ni en el espejo un mejor reflejo de mi tristeza.
Qué haría si no pudiera ponerte un nombre con otras palabras, si no trazara con precisión aquellos paisajes internos, aquellas caras precisas, los cuerpos que fueron míos, también el que hoy es mío pero en otro cuerpo. Qué haría, lloraría sin parar todos los días, como una viuda que no tiene pluma y tiene lágrimas, no me estimularía ya con nada y la vida sería un sinfin de tiempos finitos. Ya las cosas no tendrían esa cara de misterio y desamor, esas frases secretas ocultas en la mirada, ya no intentaría descifrar todo el mundo, porque todo el mundo puede esconderse en una palabra.

13.8.09

En blanco.

Mi voz fue un milagro ya en ese momento, a mi vieja le temblaban las piernas y un poco los dientes y mi hermanito lloraba que daba miedo. No estoy muerto mamá, no estoy muerto le susurré al oído muy suavecito, bastó eso para que pegara un salto increíble y me abrazara tan fuerte que casi me muero por lo que no me había muerto antes. Manuelito todavía moqueaba un poco alegre, yo me reí lo que pude y la vieja corrió por toda la casa gritando quién sabe qué cosa, los oídos los tenía muy tapados.
No pude escuchar pero me pareció que había sonado el teléfono porque mamá dejó de correr de repente y se calló como si se hubiera quedado muda, escuché sus taquitos rápidos yendo hasta la cocina, quién es preguntó con voz excitada. Silencio. No sé si siguieron hablando pero me dio la sensación de que ella ya no estaba contenta como antes, era tan obvio cuando a ella le pasaba algo que hasta podía verlo en el aire. Mamá, quién era le grité como pude desde mi cuarto viejo, y vino caminando pesada y suelta, me miró con sus ojos caídos como de viejo y me acarició la cara. Qué pasa che, qué pasa, ya me ponía nervioso y no estaba para esas cosas. Nada hijo, no pasa nada. Me molestaba que pensara que yo era un nene pero más aún no escuchar nada, por momentos pensaba que lo que oía no tenía nada que ver con lo que ella decía, algo así como una distorsión total, al menos lo quise creer, se sentó en la silla al lado mío y Manu empezó a llorar de nuevo, por pura costumbre lo hacía, además si tenía hambre o sueño mamá enseguida hacía algo, pero se quedó mirándome como una enamorada, supuse que tenía la cara realmente muy pálida porque a veces levantaba las cejas sorprendida. No estoy muerto pensé y enseguida le sonreí como si eso valiera algo, no me devolvió la sonrisa y siguió acariciándome ya compulsivamente, me asusté un poco pero no quise decir nada, mamá cuando se enoja puede ponerse muy violenta y esos momentos tiernos se esfuman mágicamente. Tenía unos ojos verdes preciosos, y recién en ese momento me di cuenta, cuando le empezaron a brillar porque querían largar un poco de agua, qué un poco, por ahí mucha, pero era tan delicada que no puedo decir largar ni agua, esas palabras suenan a veces tan insensibles y ahora puedo decir que también estoy llorando, o un poco por dentro porque me acuerdo de su cara tan pálida, de Manu llorando cada vez más fuerte y de eso que se convertía en lágrima, una, dos, tres, las caricias eran como una plumita suave y hasta cerré los ojos porque me encantaban, para qué cerré los ojos, los abrí y era ella ahora, su cara más hermosa que nunca. Dejó por fin de tocarme y su mano posada en mi mejilla blanca, su cuerpo fue como una masa y se oyó el susurro de una leve caída en el suelo, nada más que eso, una sutil y blanca caída, como la de una hojita en el viento, clac, nada más, Manu dejá de llorar dije muy bajito, dejá de llorar porque se va a despertar. Y sabés qué pasa cuando se despierta.