29.4.08

Dormías.

Me bastó verte dormir entre las sábanas blancas, con tu cara dibujada entre las arrugas de la tela. Sentía que me estabas mirando, y dormías tan profundo, esa respiración tan pura. Si hubieras sabido cuánto tiempo había apoyado mi mejilla en la almohada, rozando apenas tu boca y aprovechándome inocentemente de tu vulnerabilidad. Y no puedo decir que me aprovechaba si es que aprovecharse no es sentirte mi propiedad entera, es hacerte y deshacerte apenas resoplando un poco sobre tus pestañas, es posar mi dedo índice sobre tu labio reseco, tu boca que me llamaba tan necesitada de la mía. Pero no, el silencio era tan crudo, y para qué recordar el silencio si ahora te movías apenas con un gemido de incomodidad, y pensaba en lo que estarías soñando. Y cómo iba a saberlo si sólo era tu presencia esa certeza, tus ojos ausentes. Tan ausentes que me dolían, me dolía que no supieras que ahora te acariciaba como a un bebé y a su piel de porcelana. No sabías que en tus sueños también estaba yo, respirándote y sonriendo sin importarme el tiempo.

El cementerio.

Era otra vez comprar esas flores y sentir ese cansancio de muerte y soledad. Y asomándose la noche y yéndose un poco esa luz de mediodía arrastrado, me rendí. A ver que al final era otra vez comprar las flores, y ese cementerio tan desierto, y esa oscuridad llena de resentimientos, y ese aire tan pesado y tan lleno de lágrimas que no debieron llorarse. O sí, porque podía respirarlas y saber que ya era una costumbre el sentir tan clavada a la muerte, tan cercana susurrándome, su insinuación. Y se quedaba ahí, junto a mí, cada vez era menos mediodía y más nada, una nada que al llenarse de vos se volvía tangible, real. Poder tocarte al menos en la finitud del viento, saber que en tu presencia estaba la inevitable ausencia que apenas quería saber, para qué si tan linda como siempre permanecías a través del tiempo, a pesar de tanta muerte que tenías que oler. Pobre de vos, cuántas cosas tenías que escuchar, cosas horribles, los llantos, los abrazos. Y vos encerradita ahí, sin saberte viva, sin saber que existía la libertad.
Y hoy ya es tarde porque te dejé, enceguecido porque esa vez me tocó el hombro y me susurró palabras horribles, tan horribles. No vuelvas, no. No lo intentes. Decía y corrí olvidándote por un instante, porque nunca te olvido, pero es que ese momento fue pensarte tan muerta, y no estabas muerta.
Debí salvarte, pero qué iba a hacer, si de cualquier manera íbamos a terminar uno acá y el otro allá, extrañándonos, porque todos quieren que nos extrañemos hasta el último aliento, a pesar de que te supe viva, tan viva que pude haberte tocado y sacado de ese calabozo de olores nauseabundos, la pocilga de la muerte que engaña. Pero ya no, ahora ya no compro flores, ya no te veo tan linda porque fue ella la que te engañó. No vuelvas, no. No lo intentes. Te dijo.

27.4.08

Silencio.

Se trata un poco también de esa vorágine de la finitud. Lo fugaz que se vuelve eterno por ser costumbre incorporada. No detenerse a pensar, la utilidad del tiempo. ¿Es, acaso, tan valioso como dicen o sólo nos distrae para no recordar que todo termina? Un círculo que apenas pericibimos y perseguimos como moscas, o como nosotros a las moscas que siendo moscas ya molestan, por ser en su esencia. Y es en esa mirada limitada del encierro en lo ya establecido se encuentra la paralela estupidez, la falta de magia, la adaptación a un mundo que apenas sabemos que existe pero nos aferramos a él porque parece que es lo más seguro. ¿Y no es esa seguridad tan frágil, tan rompible como pensar que somos capaces de escaparnos de nuestras condiciones prmitivas? Tal vez es la libertad que tenemos como la que se nos quita, sólo por el hecho de ser libres. Ser libres tras un engaño hermoso de difiniciones de cocina. Decidir, el futuro, elegir, posibilidades, errores, aciertos, culpas, responsabilidades, sentido. Toda su abstracción dentro de la independencia tan dependiente de ella misma, de la realidad que limita hasta el útlimo gramo de aire, porque es realidad y tiene un título tan antigüo, tan así y no asá, ¿para qué cambiarla? Si es y está y nos elige como esclavos entregados a la verdad absoluta. Pero en esa esclavitud está la verdadera libertad, la de saber, y sólo saber que no existe ese absolutismo de dominio. ¿Y sabrá la libertad que el esclavo ya asomó una pestaña hacia la luz que enceguece y hace llorar, que ya, en el infinito y horrible silencio de la condición, alguien pudo escaparse y oler y desarmar las piezas de un mundo armado? No, ella no sabe nada. Vive en el engaño de ella misma, la realidad que domina y es dominada, redefinida infinitamente a cada instante, inventada y destruida por las mismas manos. Esas manos que a pesar de su esclavitud monstruosa, aún saben escribir estas palabras. Pero silencio, porque ella no sabe nada.

25.4.08

Lo que vemos, lo que nos mira.

Las interrelaciones entre el humano y lo que lo rodea son infinitas. Tan infinitas que apenas se encuentra advertido de ellas.
Pero el punto de inflexión está en aquel momento en que el hombre en su misma esencia es capaz de verlas. El ida y vuelta, la integridad, en el mundo, ser parte. Ahí es cuando se da cuenta de una realidad que, si bien es relativamente existente, le abre las puertas hacia la percepción, el saber mirar. La amplitud de esa mirada es, naturalmente, infinita. Las relaciones anteriormente dichas cobran otro significado, comienzan a ser en su propia esencia. Los ojos las ven. ¿Pero serán esos ojos los que le muestran el mundo al hombre, o el hombre el que le muestra el mundo a los ojos? ¿Son esas relaciones reales o serán un invento de la propia soledad? Aparece automáticamente la idea de aislamiento junto al planteo sobre la existencia. No sabemos si hay realidad, si estamos integrados al mundo a basamos nuestras acciones en hacer al mundo parte de nosotros.
Hay algo ahí afuera innegablemente presente. Tan presente que no podemos ver más allá de la presencia, y sin embargo esta nos ve tan detalladamente que ya casi no le servimos. Ahí es donde comienza el juego de conexiones y capacidad de percepción, porque tanto la mirada externa como la interna funcionan y cofuncionan constantemente, pero al mismo tiempo de manera aislada. Somos muy limitadamente capaces de saber en qué nos relacionamos con lo demás porque apenas tenemos la seguridad de nuestra relación con nosotros mismos. Y en nosotros mismos está la clave, y por eso es tan difícil.

23.4.08

Hacer falta.

La realidad es una y que no querramos verla, es otra cuestión. Hoy mientras leía Rayuela sentía que cada palabra escrita me llevaba a alguna situación de mi vida y no podía concentrarme en ese mundo tan fantástico y abstracto y a la misma vez real que es el que relata Cortázar ahí.
Y me vi llorando, porque lloro cuando alguien me dice, sea cual sea, una verdad. Lloro aunque no me duela, lloro porque quiero seguir soñando, quiero seguir viajando y volviendo por un rato. ¿Pero qué puedo hacer más que aceptar que estoy parada acá, y ese no es más que un libro hecho en alguna que otra fábrica, y esas no son más que palabras impresas, así infinitamente a través de las páginas, como lo que por ser mucho ya no importa en su individualidad?
Así me cuesta tal vez un poco asimilar esa ambigüedad que tienen los textos y las letras, esa otra cara que apenas puedo ver porque hay un mundo en el que por más que no quiera sigo viviendo y no digo viviendo, digo sobreviviendo.
Sobrevivir hasta quedar deshecha de tanto estar al borde de la locura, de la irrealidad. Porque no hay peor pecado que la irrealidad cuando hay tanto miedo y es todo tan trágico, y nada mejor que insultar y vivir enojado con la vida que es sólo mía y de nadie más.
Y por ser tan mía y por ser yo tan responsable de ella me hago aire entre los aires, entre las multitudes y las cosas fugaces, soy tan insignificante y me siento la nada, me siento un trozo del rompecabezas que apenas importa. Lo que sí importa es que todo cierre a la perfección y si me necesitan, bueno, acá estoy... Como haciendo falta pero por haber nacido, porque no queda otra que hacer falta.
Sino no hay objetivo, no hay decisión, no hay futuro... ¿Y qué me importa el futuro, esa cosa tan cerrada, tan idiota? No sé porqué pensar en algo más, siempre hay que pensar en algo más que no sea lo que estoy pensando... Aunque sea una estupidez, la inflación, los paros universitarios, el agua hirviendo... No quedarme ni un minuto quieta, no parar a pensar que es lo mismo estar o no estar, vivir o morir. Si total hago falta por hacer, porque hay que hacer algo.

22.4.08

El padecimiento diario.

La ventana del aula es como una salida y al mismo tiempo el sabernos incapacitados de escapar, y el mundo nos encierra apenas pudiendo respirar, soportando cada momento pero padeciendo ese deseo que sabemos no se cumple. El deseo de llenarnos y de esa libertad, y es que no vale nada. El tiempo corre pesado, cansándose cada vez un poco más, rogando morir. Y ahí es cuando deseamos todos juntos y nos convertimos en la tristeza y la eterna espera, la espera de los besos, de los palabras que se pudren de tanta impaciencia y pierden la gracia. Ya no lloramos por ese reloj que no avanza ni ese respiro que falta, nos entregamos al padecimiento de saber nuestra impotencia, que no hace nada y tampoco nos ayuda en nuestra lucha contra la estúpida lentitud del tiempo, de los discursos monótonos y los murmullos. Que ahora gritan, y sollozan desesperados porque se clave esa aguja ahí, en un número iluso, dibujado apenas en ese mapa del engaño, puesto ahí porque debe estar, mientras decimo tras un alivio que ese timbre no fue tan bueno como esperábamos.


Circunstancia: Clase de física de ayer, me agarró un poco de inspiración mientras Sofi escribía nombres en la calculadora, o era simplemente el hecho de que prefiero cualquier cosa antes de hacer ejercicios de tal disciplina. Caput, hasta la vista. Se hace un poco más ameno el blog cuando escribo así, y hoy me puse a escribirle cartas a la gente que nunca les daré, pero me sirvió de descarga.
Ah! y cuando pueda voy a postear las cosas que tengo que hacer antes de morir, lo que odio que me pasen y las cosas imprescindibles en mi vida, como para distender un poco. Igual amo el blog, no sé. Gracias a los visitantes crónicos y a los pasajeros, o bueno, gracias por leerme aunque sea un poquito.
Buena suerte.

21.4.08

Ojos.

Pareciera que las cosas nunca terminan de cerrar. Por ahí pase algo inesperado, se abra una puerta, se cierren otras. Cambien de un día para el otro las imágenes, los instantes, las visiones.


Como si estuviera esperando tan impaciente la llegada de algo que se que nunca vendrá, como si el tiempo fuera a traicionarme y yo esa impotente que con las manos atadas y los ojos vendados intenta percibir al mundo lo mejor que puede. ¿Y qué hago yo con todo lo que tengo alrededor? ¿Qué hago con lo efímero, lo que no quiero dejar ir? Y puede que deba quedarme aquí sentada, deseando y deseando tanto que al final, ya me voy a olvidar de todo y las cosas volverán a lo que fueron.

19.4.08

Nobles y plebeyos.

Y de repente me pongo a pensar en eso que piensan los viejos nostálgicos, los niños curiosos, los que aman sin amar, los que lloran por no reír, los que rien por no llorar...
Y ese pensamiento se transforma en esas cosas que por ser de todos dejan de ser mías, que se van con mi suspiro y vuelven sin que las llame. Esas cosas que apenas existen, porque de un momento al otro ya no pienso en nada y vuelvo a llenarme de realidad, vuelvo a vivir, como si fuera tan fácil volver, y es que todo vuelve. Y ahora soso vos, mañana será este otoño, o será el recuerdo que se irá haciendo y deshaciendo mientras aún lo recuerde, así como puede ser que te esfumes y no existas, o nunca lo hayas hecho. O me estés mintiendo y todo sea aire y pensamientos que me golpean inútilmente. La inutilidad que se convierte en mi salvación para dejar de pensar que no hay niños, ni viejos, ni llantos. No hay una mente, ni un vos. Sólo hay un yo y mis ojos que crean y destruyen todo cuanto se les cruza en el camino.

17.4.08

Te quiero.

Querer. Quererse. Quererse de una forma desgarradora, brutal, al punto de superar magnitudes, de romper delicadezas. Querer amando el cariño, querer sin pensar, como en un mundo y no en el otro, como sumergido. Y ahí es donde se desbarranca, donde no se entiende. Ahí es donde todo se paraliza y él, el querido, el que quiere... él vuelve a pensar. Vuelve a pensar que al final es mentira. Es mentira que hay otro lugar, que la perfecta utopía existe. Ese abrazo. Perderse. Se desampara, se distribuye en milésimas partes a través del aire, se escapa de las manos. Desaparece casi sin poder percibirlo, y, recién rompiéndose, se da cuenta de su propia fragilidad. De que quiere tanto y al mismo tiempo odia, odia profunda y rencorosamente, odia dónde está parado, porque no tiene otro lugar donde pararse. Porque todo lo encierra en sí mismo, porque no puede escapar. ¿Y qué va a hacer, llorar, pedir perdón, gritar? No. Quiere.

16.4.08

Mundo.

Y a quién viene a interesarle,
que yo esté así, a quién viene a importarle
esta milésima de mundo.
Quién llora por mí, cuántas cabezas se preguntan hoy




qué pasa.
Porqué así, y porqué no de otra forma.
Porqué me voy y estoy acá.
¿Quién soy?
A quién viene a interesarle.

14.4.08

El informe.

Digamos que la idea está basada en el análisis de un conjunto de sociedades y su interacción. También se agregarán al informe las características correspondientes a cada individuo en particular, la relación con el entorno y con el resto de los individuos, y su modo de subsistencia.
Asismo, las conclusiones abarcarán rasgos particulares y que den la información concreta acerca del estado anormal de estos seres humanos, sus costumbres, sus creencias, sus amistades y todas las actividades que realicen que sean útiles a la hora de investigarlos.
No se deberá olvidar uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta durante esta investigación: todos, absolutamente todos los integrantes de estas sociedades están entregados a no responder a sus costumbres o a su esencia primitiva.

13.4.08

AAAAAAAAAAAAAAAAAAH.

No sé si llorar, si reirme, si olvidarme. No puedo reconocerme, reconocer al mundo. Y de repente me veo llorando, y pidiendo perdón, y preguntándome qué está pasando, porqué de un momento al otro pasó todo y yo no me enteré. Porqué fui así, quién soy, quiénes son. Dónde estoy. Cuánto me hubiera costado cambiar algo, mínimo, insignificante. Cómo un momento puede cambiar todo... ¿y qué voy a hacer yo? Esperar, gritar, insultar, lamentarme, alejarme. No sé. No entiendo nada, no sé nada, no tengo ganas de hacer nada más que de escribir y descargarme un poco.
Y claro, ganas de que todo esto se pase de una buena vez. Y no sé cuánto tiempo llevará.

11.4.08

Tiempo.

Supongo que esto de andar quejándome y cambiando y yéndome de vez en cuando a algún lugar (oh, Fito) no es del todo bueno. Al menos no es bueno para lo demás, o para mí, o para la realidad. O qué se yo, no sé qué es lo bueno. Pero sé que de alguna manera no debería estar haciendo esto, porque ni siquiera sé qué es. Si existe o no, si respira, si es. No sé si irme y no volver más, y no hablar más o dejar que el tiempo pase y vuelva a lo que fue. Aunque nunca fue nada, y eso es lo peor de todo. Que apenas es un engaño, eso de que pasa.


Y hoy no voy a inspirarme demasiado por el simple hecho de la acción en sí misma, y sin embargo tengo la extraña obligación de postear acá, como para descargarme un poco, apenas.

9.4.08

Fragmentos.

Y ahí es donde te beso en
el intento frustrado de hacerte mío,
y ahí es donde te salvo,
donde te ahogas,
donde perdés el sentido
ahí es
donde te encuentro.

________________

Sueño a tus espaldas,
creyéndote olvidado
y aún
me siento tuya.
Y tras cada anochecer,
siento el frío, siento algo,
y no sé si está bien,
no sé si estoy muriendo
pero me siento tuya.

________________

Y no voy a mentir
ni voy a hablar
porque este es solo
el principio del fin
y es un fin
que nunca termina.

6.4.08

Night rythmes.

Es la noche, y tiene esa magia. Las luces y el estado vivo de las cosas se apagan. Y de repente me veo sola en un mundo que es sólo mío, y es tan grande y es tan mío que no sé qué hacer con él. Me escondo en mí y veo que tal vez no sea tan mío como pienso, es sólo parte de ese conjunto de cosas demasiado explicables y demasiado inexplicables que es la realidad, es concreto, puedo tocarlo, puedo verlo. Es solo la oscuridad, el silencio, la soledad, y eso es tanto, tanto... y algo que me dice que ese momento es el único en el que me siento verdadera. En el que las luces no me delatan, los oídos apenas me escuchan y el tiempo es como aquello que está pero no importa, si puede un instante llenarme de eso que venía esperando durante los días, esa tranquilidad y esa libertad, la libertad de pensar lo que quiera, de sentarme y mirar a la nada, a vos, a lo que fui. A lo que la noche me cuenta, me susurra, disimulada. Y dice, alimenta ilusiones, me deja. Desata mis cadenas y puedo volar, sin importarme nada, si a ella no le importo en realidad, es sólo ese estado en el que me siento plena, en el que le grito al mundo que no soy ese rostro que ilumina el sol, si ese viento de las siete, ni ese calor. Soy esa, la noche, la magia, las horas que pasan y no quieren contármelo, la que no siente vergüenza de imaginarte a mi lado.

5.4.08

Volar.

Entregada a una especie de ilusión que me imposibilita toda oportunidad de actuar racionalmente. Como si algo me hubiera despegado los pies del suelo. ¿Y qué iba a hacer? Si estoy mejor aquí que en ese estúpido mundo donde apenas se respira y se saben definir las cosas, sólo se hacen y se dejan ir, o se observan apenas por unos segundos. Como si cada instante que se disfruta fuera una pérdida de tiempo. Y mientras tanta belleza tirada por la borda pasa por sobre sus narices, yo intento adivinar qué es esto que me hace tanto bien, sin siquiera sospechar que no existe ni tampoco intenta hacerlo.

4.4.08

¿Y esto?

En realidad es un poco de locura, un poco de irrealidad.
Qué inútil esto de pensar y decir y hacer y mirarte y volver a pensar y no sentir más y en ese el pensamiento es donde muere todo, donde perdés el sentido.
Y por eso no me quiero despertar más de esto que puede llamarse sueño, estupidez, ilusión, o simplemente, vos. Porque tal vez no sea más, ni menos, ni esas palabras que dice la gente y que ya están gastadas por faltar otras, no quiero eso. No quiero entregarme a la vida de querer o no querer, de amar o no amar, de besarte u odiarte. De pisar el suelo y realmente aplastarte en ese mismo instante.

1.4.08

Viejos tiempos.

Es como un secreto... un secreto que ni siquiera nosotros sabemos. Como si nos ocultáramos de nosotros mismos, como si no supiéramos qué es lo que de verdad pasa. Y por momentos no hace falta una explicación, solo ese instante, esa mirada, ese gesto, ese roce. Esa sensación de que esto no es igual a lo demás... que nos sentimos diferentes, que pasa algo diferente. Y no lo admitimos, o no lo vemos, o no lo creemos. Y nos perseguimos como dos niños, la casualidad, la complicidad, los choques y esa sensación de incomodidad, de bien estar, de mirar con otros ojos... de mirarte con otros ojos, y sentirte distinto, sentir que no sos el mundo. Sos otro, sos esos ojos lindos y tu cara triste, sos esa mentira, sos el disimular, el mentiroso. Sos quien no admite lo que pasa, el que tiene miedo, el que recuerda. El que también sabe que tiene otra vida atrás y se asusta... se asusta de lo que vendrá, de lo que está pasando, de lo que sentimos. Qué raro estar escribiendo todo esto, siento que tal vez mañana me despierte y me de cuenta de que no pasa nada, de que en realidad es una ilusión del corazón, de que no hay más que ver en una simple amistad con confianza, con una mirada, con algo... Algo que no debería hacerme sentir importante, después de todo tal vez el mundo sea así y soy yo la que intenta verlo de otra manera, en este intento desesperado de mirarte a los ojos una vez más.