29.10.10

estos días

si sucede que la muerte
despierta fervores públicos y congojas insospechadas,
y amor y odio demasiado extremos,
y llantos demasiado efusivos,
seguidos de un homenaje correcto
con palabras justas y alguna puteada
para expresar el enojo de algún modo
es que su aparición sorpresiva
nos llena de miedo
y se nos cala en los huesos
como si fuéramos los próximos.

26.10.10

andar

al galope del mundo
me uno y voy como una saeta
esquivando los cadáveres que les sobran
a las guerras y a la historia
y absorbo el agua que nadie absorbe
y me arrastro si quiero
por arenas hirviendo,
y te sonrío aunque no sepa quién sos,
y quién sabe


quizás te unas,
dejes tu vaca o tu mujer o tu empresa
y quién sabe,
primero te caigas pero después
andes también al galope
salteando a las amenazas
y comiéndotelas
como a una sopa de verduras.

21.10.10

Visita

Se abrió la puerta, no lo vi pero lo escuché, la madera está vieja, el picaporte se inclinó para que todo se arrastrara más fácilmente, estoy de espaldas a ella pero sé que alguien puede ver mi nuca, que alguien oye el grito instantáneo de las teclas, que alguien me escucha respirar, aunque silenciosamente, que ve el principio del marco de mis anteojos. No sé dónde, a qué distancia, pero sí hace cuánto tiempo, sé que ve el brillo de mi anillo de la mano izquierda, y no puede faltar mucho para que pueda ver sus manos también, y sepa si tiene anillos como yo, si tiene sed como yo, si le está gustando este disco de King Crimson o si preferiría algo más tranquilo, si tiene sueño o si recién se levanta, para verme acá sentada, con mi ridícula imagen de soledad nocturna. O quizás sólo permanece allí, en una posición firme y atenta a mis acciones, como un enamorado enfermizo o una vieja adicta a las desgracias ajenas, y pronto se cansará y se irá por la misma puerta, suspirando por lo bajo, resentido por haberse aburrido. Será mujer, hombre, estará leyendo estas palabras, tendrá ganas de estornudar como ahora tengo, o los labios secos, o las uñas demasiado cortas, tendrá que levantarse temprano o no tendrá que levantarse, se estará ofendiendo con lo que ahora digo, creerá que lo agredo, que su búsqueda se le está poniendo en contra porque creyó que no notaría su llegada y que podría matarme o secuestrarme o mirarme fácilmente, pero ahora yo le hablo como si no estuviera leyendo, porque no sé si en verdad lo hace, sólo sé que ha hecho chirriar mi puerta repentinamente, justo en pleno goce de un solo de guitarra, o de un compás extraño, y que su sola presencia ha atormentado mi existencia normal en este cuarto, que ahora tiene un aire extraño como de polución o de casa vieja. Estoy esperando que se vaya quizás, es solo eso, como cuando le tengo miedo a alguien en la calle y respiro aliviada cuando noto que no me hará nada, así me siento con su aliento ahora en el cuello, sin embargo, gritándome su presencia como si fuera la muerte, burlándose de mi impotencia, solo, ridículo porque nadie se ríe de su chiste. Vuelvo a ofenderlo, contiene el aliento, se lo traga, tose torpemente, pero vuelve al ataque sin vacilar, definitivamente la acción se ha hecho carne porque no ha vuelto a sonar la puerta, ni siquiera ahora, que creí engañarlo, y no sé si soy realmente yo quien escribe estas palabras, o si tendré anillos, si tendré sed, si me gusta el disco que estoy escuchando.

16.10.10

Esto y aquello

No hay que olvidar que, preferentemente, todo tipo de obligación externa (es decir no interna, no hacer pis, no abrazar, no masturbarse) tiene un dejo misterioso que nos atrae de una atroz manera. Por eso nos adaptamos a la rutina como si fuera nuestro verdadero molde: aquí la limitación de páginas, la limitación de horarios, el orden estricto de entrega de sueldos, de entrega de tiempos, la cerradura de las puertas prohibidas, las manijas gastadas de las puertas abiertas. Todo está determinado y nos gusta, nos gusta que venga un chorro y nos saque el celular, nos gusta contarlo, que un jefe nos diga imbéciles, nos gusta quejarnos, sentirnos ahogados por un quehacer cotidiano que no nos deja tiempo para tirarnos a escuchar música o a leer nuestra novela preferida (y porqué habríamos de leer siempre nuestra novela preferida). Por eso no estamos ahora en la selva, sucios de tierra, lanzándonos colgados de lianas, cazando animales, porque hemos encontrado el lugar perfecto para sentirnos víctimas, aquí y en todos lados será igual a lo largo de la vida, excepto cuando una necesidad interna nos agobia, eso sí que es otra cosa, surge de la nada, de ese encuentro con nosotros mismos del que hablaba Demian pero no mucho más que eso, nadie tiene la culpa: ni el gobierno, ni los vecinos, ni la madre, ni la muerte. Eso somos, y es muy distinto a esto, a las personas que siempre se levantan a la misma hora, y tienen miedo de mirarse al espejo cuando se lavan los dientes.

11.10.10

El despertador suena ladrando, con su chillido espástico y viejo, hace vibrar la mesa y la habitación acurrucada se despierta. Pero el cuerpo no. El cuerpo quizás sueña. Se mantiene en su posición anterior, como si volara terriblemente alto en su pesadilla, o si estuviera abrazando con pasión a esa persona que en su vigilia no quiere recordar. Estático entre las sábanas desprolijas y las tareas que no saben llamarlo, porque no despierta para ellas, no se incorpora, no obedece al mandato que le da el sonido, el temblor maldito de las seis de la mañana, ahora un poco más tarde. El tiempo en el sueño es otra cosa, como si se quedara allí dentro, y lo otro fuera extraño, un mundo al que cuesta incorporarse porque nunca se vivió en verdad en él. Y sin embargo nunca se despierta quizás porque no quiere, porque ahora en su sueño la abraza cada vez más fuerte, y la besa tal vez pero no sabe si es en verdad una pesadilla, si el recuerdo ha vuelto para vengarlo, se confunde, ahora vuela sin ella y solo, otra vez el vértigo de las cumbres, vuelve al suelo, ella no está y hay un sonido melancólico e infantil que decora la escena. Permanece estático él en su cama, quizás se acomoda un poco el cuello, se acomoda la boca, aprieta los ojos para no despertarse porque ahora ella está volviendo, envuelta en sábanas blancas y se cae a sus pies, vencida, él con su cuerpo grande y alto la levanta y la lleva a su propia pesadilla, vuelan en ese mar extraño y gris. No se despiert y siempre el fondo romántico los acompaña como si fuera un extraño cuidador.

Él no entiende porqué sueña que vuela. Si en su cama está despierto. Y todo retumba tanto en su cuarto oscuro, que prende la luz como si así pudiera salvarse un poco del ruidoso ladrido del reloj. Pero ahora es peor, porque sabe que no ha vuelto. Y que lo que ahora vuela en ese fondo tupido y triste, también es él, y es esa su gran pesadilla, que está llegando tarde, que quizás no llegue, y está solo.