5.6.18

el color desconocido. - tips para ir al caribe -



cuando me preguntan si estuve en el caribe, cuento algunas cosas: que mi compañero se insoló y no teníamos plata para el médico, que cuando encontramos un hospital público pensaron que tenía dengue y lo tuvieron internado un día entero. al final, quisieron cobrarnos la consulta. él estaba volando de fiebre y medio dopado, y yo tuve que contarles a unas chicas con el pelo planchado, cómo era que viajábamos, y porqué terminamos ahí. en ningún momento entendieron nada, pero nos dejaron ir. 



también que fuimos a un hostel en cartagena que tenía una ventana rota, y seguro algunas cucarachas, y ese día justo llovió muchísimo y se nos mojaron todas las cosas, pero las lluvias tropicales duran poco (por supuesto que yo no lo sabía, por supuesto que no estudié nada antes de ir para allá) y al otro día volvía a arder todo, como siempre, y nosotros sin plata y completamente peleados, pero esa es otra cosa. 


agrego que el mar caribe, cuando uno lo ve después de viajar durante cinco meses a dedo, trabajando todos los días, despidiendo gente querida y gente detestable, manteniendo vagos y siendo un vago mantenido - porque de viaje, así, de viaje, no hay lugar para categorías - no es como en la postal, no es como uno espera, se parece a un milagro terrible. la playa está repleta de gente que grita, de niños que corren, la arena es blanquísima, tus pies están sucios, te bañaste, quizás, o algo parecido, pero estás sucio, y trabajaste para ganar una plata que ya te gastaste, y te metés con la ropa puesta, porque te aseguro que si hoy pensás que no te importa tu aspecto, es mentira, sólo en ese caso, no hay una mínima posibilidad de que una idea así se te pase por la cabeza, corrés salpicando y enseguida estás en un agua muy profunda. parece que van a atacarte tiburones, o al menos yo tuve esa sensación, creí que podía pasarme cualquier cosa, no hacía pie, el agua me acariciaba la piel, seguro había corales y peces pequeños y coloridos pero no quise mirar - recuerdo que después, en otro mar, miré hacia abajo y sentí un nudo inmenso en el pecho - pero había un equilibrio, un equilibrio que no se parece a ningún equilibrio anterior: la temperatura. descubrí que todas las temperaturas están interferidas. la ropa, la piel, la cama, el auto, el bondi, el negocio, el trabajo, la casa, el cuerpo de otro, el pelo. todo nos compone. ahí te aseguro que no te compone nada: sos el cielo azul que no termina nunca, sos la superficie del agua, sos tu cuerpo agrandado en la densidad, sos tu pelo flotando al lado de tus ojos, y sos también esa gente que rebota aunque esté lejos, y sos el que te espera en la orilla. dan ganas de llorar, pero no es el mar caribe, no hay un punto en el mapa, no hay un color ideal.



cuando le conté a mi sobrino de cuatro años que existían mares de colores, me empezó a pedir primero que le contara cómo son, pero no se conformó con eso. quería verlos. le expliqué que nuestro mar también era de un color. claro que él quería esos colores que no había visto nunca. no es el mar caribe, no es la ciudad turística más visitada, no es la playa escondida. es el color desconocido.