5.12.11

la tarde

Si no vas a tirar todo lo que escribiste, pulilo.

Pensá que sos un carpintero: hiciste un montón de sillas a medias. A algunas les falta una pata pero están pintadas, las otras están enteras pero sucias, o son demasiado feas pero con buena estructura. Una encima de la otra, no se conectan, no hay un concepto, una razón, no hay una casa donde vayan a estar, un restaurante, una plaza, la sala de espera de un hospital, nada, duermen con vos todos los días, parecen gatos muertos, peor, nunca estuvieron vivas, pobres sillas. No te dan lástima, Paula, tan solas, tan inconclusas, tan despojadas de una funcionalidad, todavía con la esperanza de ser como las grandes sillas de la realeza, quieren guardar los culos de reyes poderosos, de presidentes millonarios, o quizás otras prefieran niñitos con harapos, o gordas con trapos sucios que descansan con un cigarrillo entre los dedos hinchados, cada una tendrá sus ambiciones, sus deseos de princesa, sus pretensiones y sus inseguridades. Se parecen a los hijos descuidados que la gente da en adopción, sólo que para vos tus sillas son tan hermosas, y sos tan insulsa y orgullosa que no te animás a dejarlas en libertad, entonces las retenés mientras sufren, se pudren y degeneran, tienen novios malos y drogadictos que les hacen nacer ojeras y arrugas, las invitan a los vicios y al sexo sin protección, tienen enfermedades venéreas y mortales, o adoran cortarse las venas con cuchillos de manteca para darle de beber la sangre al gato. Algunas son homosexuales y tienen remeras de bandas que les quedan cortas, unas rubias, otras morochas, pero eso sí, todas inconclusas, las sillas, las pobres sillas. Llegará también el día de su muerte, iguales, rotas, sin pintar, sin piernas, con la pintura descascarada y el barniz sangrante, sin el desenlace elegido, será otro, el impuesto por el tiempo, el mismo fin de los mortales, que si no se suicidan, si no los pisa un auto, si no se mueren de amor - como vos querés, en el fondo, que tus hijas mueran - perecen solos en el simple momento de no respirar, se les ablandan las manos, los ojos se voltean, la sangre se congela, los músculos se relajan, y adiós.

Ojalá tus hijas tengan un final así, tan trágico y terrible, tan parecido al de todos algún día pero sin embargo develador, una luz celeste, nada, es como todos, vas a pensar, y eso que ahora las sillas están en el cuarto, les da la luz concreta de la tarde, la madera iluminada te invita: lustrame, contorneame, limame, lanzame, aniquilame con un cuchillo, agujereame, no te duermas, porque te estás durmiendo, regalás la imagen de tu muerte, Paula, si tenés sillas ahí, como tantos otros quisieran tener, sillas, para venderlas y mostrar tu talento, viajar por el mundo con ellas en una camioneta, repartirlas a los embajadores, a los diputados, a los pobres marginales, a los pacientes de los psiquiátricos, a los ancianos con andadores que no puedan cruzar la plaza, Paula, la gran estrella mundial, cotiza sus sillas en euros y en dólares, candidata al premio Nobel el año entrante, miren sus sillas, tan turgentes, tan brillosas, tan maravillosamente terminadas, relucen en las calles de San Francisco, de París, de Venecia, de Lisboa, de La Habana, todas las comunidades la aplauden, la veneran, sus sillas unen culturas de todo el mundo, y ella lleva un largo vestido blanco y tiene su silla preferida en el regazo, la última, dice que la próxima saldrá dentro de dos meses, aguarden con ansias su llegada, es para la ansiedad, para que recuperemos la relajación perdida en estos tiempos, es acolchonada, roja y reclinable, perfectamente acabada, quien se siente en esta silla, dice Paula, no pretenderá otra satisfacción en la vida, sonríe, saluda con las manos y todos aplauden mientras balbucean entre sus abanicos, qué talento, qué mujer.

Y vos con tu silla en las piernas, como están todas ahora pero en vos, imaginalas, despiertas después de este largo sueño como si fueran enfermos que es preferible que descansen porque despiertos son un problema para la familia y los trabajadores del hospital, si tuvieras las herramientas, su pudieras estirar un poco el brazo, así encontrarías los pinceles, las pinzas, los punzones, los martillos, lo que sea estaría bien, tardes de encierro, ahí arriba, dibujando los detalles, descartando las maderas podridas, pero después vendrá el éxito, en constante subida, ya sabés, estrellas en la cabeza, peinados ominosos, primeras tapas en revistas y el dinero saliéndote por los poros, por las orejas, y las sillas, tan solas ahora, donde estén, bueno, donde las mandes cuando despierten, pobres sillas, tan sobre las sombras, qué futuro les espera, ya verán, ahora tranquilas

duerman.