28.2.08

La risa.


Hay algo detrás de esta risa exagerada,
algo detras de la rutina, de las mentiras,
de la sonrisa.
Y no lo ves porque no soy yo,
el de esa viva imagen,
el que se ríe sin saber porqué,
y vive, como si no existiera un mundo.
Como si no hubiera algo,
un rostro desdibujado,
un recuerdo
que me carcome el alma,
que en silencio me mata,
que me hace llorar
cuando nadie me ve.

El aislamiento.

Puedo sentir su voz llamándome, puedo oírla. Me llama, me está llamando. No puedo fallarle, ya le he fallado muchas veces. Tantas veces que creí que nunca me iba a perdonar. Pero hoy me perdonó, y me está llamando, y no puedo fallarle. Porque volverá a enojarse, y me gritará palabras mucho más hirientes que la última vez, que las últimas ocho, diez veces. Pero como me perdonó se que me ama, me ama desde lo más profundo de su alma, pero no me lo dice. Me lo esconde. No, me lo escondía, porque ahora me está llamando, para decírmelo. Me lo dirá clara y rápidamente, tan rápidamente que no lograré entenderla, y no lo repetirá jamás. Solo ésta es la oportunidad, porque es la primera y última vez que me perdona, y que me llama, y que me dirá que me ama.

No, no harán que me pierda esas dulces palabras. Ustedes no saben lo que es oir su voz rogando mi presencia. Claro que no lo saben, si no saben nada. Ni esto, ni nada. Creen saberlo todo, y ese estupido engaño les hace perder todo el tiempo de sus tristes vidas. Y yo, en solo un minuto, estoy oyendo su voz y sabiendo todo lo que piensa. Solo yo sé, porque ustedes no saben nada. Claro que no se dan cuenta, porque tampoco saben darse cuenta. Y hay muchas cosas que yo no sé, pero las que sé me hacen realmente feliz. A ustedes no, porque no saben ser felices, ni tampoco no serlo… No saben vivir, ni ninguna otra cosa, semejante o no. No saben nada, viven en el vacío de la idiotez. Y ahora sí, sé que me ama, y a ustedes nadie los ama… o al menos no lo saben. Pero yo sí sé algo: que ama, ella ama, y sabiendo eso siento que ya lo sé todo. Así es fácil vivir, creyendo que se sabe todo. Pero yo no sé todo, pero sabiendo que me ama entiendo muchas cosas que antes no entendía, como si fuera una palabra universal. Cada vez se oye más fuerte su angelical voz. Puedo sentir que algo no anda bien. Ya no me lo pide con tanto entusiasmo ahora, parece triste… Y ahora calló, de repente. Se me hace muy difícil sentir que los que no saben nada no quieren que seamos felices… Sí, son ustedes, llenos de impunes pecados. Hoy íbamos a ser felices, ella estaba esperando por mí… y ya no lo está. Y ahora el que no sabe nada soy yo, y ustedes saben todo. Ella ya no está, me dejó. O al menos su sonido. No… ella también. Ya no puedo soportarlo. La ilusión ya murió, súbitamente… la robaron ustedes, los que saben todo, incluso robarse cosas. Sí, ilusiones tambien, aunque puede que no se den cuenta. Sí se dan cuenta, porque ahora saben darse cuenta... Y me quedé sin nada, solo el eco de su voz. El será mi mejor amigo, me dira si ella está bien… No, se ha callado. Se debe haber ido con ella… Y sé que su frágil y muerta voz estará a salvo junto a su vestigio… Él me vera de lejos y le contará que la he perdonado, que la amo…y que lo sé todo, a excepción de eso que es capaz de salvarme la vida… y de ayudarme a oir su voz, para no sentirme tan solo.

27.2.08

Multitud.

Difícil es describir ciertas cosas, verdad? Uno va caminando por la calle, con cierta indiferencia, intentando sobrevivir a las multitudes. Y piensa, en un instante, en una mirada, en un roce... ¿Qué se esconde detrás de esos rostros cansados, de esos cuerpos llenos de tensiones? ¿Habrá tal vez tristezas, nostalgias, emociones? ¿Serán felices? Las preguntas se enciman, unas sobre otras, y lo confunden. Porque quien vio hace un instante desaparece, y aparece otro. Y cargan esa soledad, esa simulada indiferencia, como si el mundo no les importara, y estuvieran ahí solo porque deben hacerlo. El tiempo es poderosamente importante, no se pierde, se aprovecha. Y no es parte de sus vidas, sino que ellas son parte de él.

Depender.


Es como si todo dependiera de todo. Como si lo grande dependiera de lo pequeño, como si cada acción dependiera de una anterior.
Nuestra palabra depende de quien la reciba, la actitud de nuestras intenciones, cada situación depende de nuestro alrededor. El presente depende del pasado. El discurso depende del receptor, nuestra mirada depende de la suya. Cada movimiento está condicionado por un presente, un pasado, por un futuro. Cada suceso depende de su propio sentido, y cada persona de su circunstancia. Estamos atados a nuestra propia vida, a nuestro estado natural. Nos atamos a los medios, a las modas, a las tendencias, al promedio, a las constumbres, a los hábitos, a la ambición, a la imagen, a la exigencia. Pareciera que el mundo gira en torno a quienes lo habitan, que el depender fuera mejor, que la respuesta es imprescindible, que actuar es pretender algo. A veces olvidamos nuestro objetivo sólo porque somos esclavos de nuestro propio destino. Y de él dependemos. Así como también nos condiciona cada gramo de aire que respiramos, cada palabra que decimos, cada movimiento que hacemos. Nuestra esencia no es la misma una vez que empezamos a depender de ella, y lo hacemos desde el primer día que vivimos, y será inevitable depender de nuestros deseos, nuestros pares, nuestro ambiente, nuestra vida. Pero jamás nos daremos cuenta de que, realmente, estamos condicionados por nuestras propias exigencias.

Caminar sola.


Caminar sola a veces me hace pensar. Sí, puede que en mi propia soledad. Pienso en la diferencia física entre estar sola y no estarlo. Y veo que aunque la gente vaya y venga, y miren, y sean de alguna forma parte del momento, sigo tan sola como siempre. Tal vez más. Recuerdos, rostros, miradas, charlas. Todo viene a mi mente y te transformás en un huracán que arrasa con las pocas cosas buenas que tenía en mi vida. Es como si las sonrisas que dibujo son en vano, si no soy feliz. Después creo que no te merezco, que no me merecés. Pero no soporto la idea de que estoy caminando sola, y mis manos y mi mente están vaciás, y lo único que sé hacer es reproducir tus ojos e intentar hacerlos presentes. Pero soy por momentos demasiado realista como para dejar de lamentar tu ausencia. Porque miro con mis ojos de hoy todo lo que soy, intento mirarte a vos, intento pensar que al final no cambiaste y lo que fuimos nadie nos lo robará. Y el saber que me amaste y pensaste en mí creyendo que seríamos lo que siempre soñaste, tampoco.

La perdición.

Ella era tan linda y vos tan vulnerable a sus antojos. Te miraba y se te derretía el alma, y apenas sus ojos se posaban en vos, en cualquier lugar era como si nada hubiera vivido antes.
Y qué ibas a hacer, si acaso el tiempo y el espacio no existían para vos cuando en esos pasajeros instantes, era tuya. Y su cuerpo y sus manos eran como esa brisa de verano, como esa risa en el mejor momento, como el paraiso en un lugar común.
Y no te dabas cuenta de cuánto te dolía la herida que, poco a poco, en su engaño de mujer, iba dejando en vos. Creías todo tan real, y no viste que detrás de ese rostro perfecto, de esas noches de lujuria, de esos labios suaves, de esa mirada cautivante, se escondía tu perdición.