28.11.09

Rojo.

Te robé un papel rojo y roto, tenía tu nombre y otra palabra. Estaba en la mesa como dormido, y yo sabía que, por cómo sos, nunca ibas a tener la más mínima intención de despertarlo, así que te hice un favor, digamos, y lo tomé. No decía nada interesante, era tu nombre. Tu nombre y otra palabra. A nosotros nos cuesta hablar y dejar notas suele ser un medio alternativo de comunicación, pero en ese papel no me estabas hablando, eras sólo vos y tu letra, una letra tosca y triste. No te habías ido, es decir, si te hubieras ido probablemente hubiera llamado a la policía, me hubiera suicidado o algún otro tipo de reacción. Pero estaba tu perfume al lado mío y eso le quitaba importancia al misterio del papel, por qué era rojo eso es algo que no importa, quizás te gusta el color, o me gusta a mí y por eso lo era. Una hora extraña, como las siete u ocho de la tarde, uno nunca sabe que es esa hora cuando llega, siempre calcula algunos minutos menos o más, son tiempos vacíos, como agujeros en el día y yo estaba ahí adentro con tu letra en mi mano, atacándola y pidiéndole algo, una palabra con tu nombre, un beso seco, a tu perfume, a tu camisa arrugada. No sé si me hablaba a mí o era algo desde vos hacia vos, tampoco tenía que meterme en tus cuestiones internas pero no es difícil suponer que me querías decir algo, aunque no pude descifrarlo. Yo creo que tenía fiebre y hacía frío y tu letra era un dibujo precioso sobre el papel. Así que pensé luego de un rato, qué hago con esto que me atormenta tanto, también con tu olor y ahora tu voz en un susurro sensual, mejor dejarlo donde estaba, suavemente dormido como un bebé chiquito. Aprendí alguna vez que es peor atormentar a las cosas que nunca acercarse a ellas, al menos se conserva la esperanza que nos ayuda a levantarnos de la cama.

24.11.09

Desencuentro.

Hay cosas terribles en el mundo,
los mosquitos, las narices grandes,
el calor, los desmayos,
pero jamás encontré nada
peor que el amor desencontrado,
esa tímida voz que dice
algo que se parece a lo que siente
el que la tiene
pero con otras palabras,
y alguna otra voz le responde
un no agresivo tremendo como una puñalada
que se clava de lleno en la garganta.
Entonces el primero baja suavemente la cabeza,
como esperando el arrepentimiento,
el abrazo final de la escena,
que nunca aparece, se va derritiendo
en los pasos de a poco la esperanza,
la va dejando como una miguita de pan
que marca el camino
hacia la vida normal
un poco menos vida
un poco más muerte.