26.8.13

baile coordinado entre todos

comienza esta historia con la descripción de un sujeto que intenta construir una oración aceptable pero no en un sentido crítico literario social, sino puramente causal, es decir, que sea capaz de desprender de sí misma una relacionada pero aún mejor, y que esta nueva a su vez emane un talento terrible para ramificarse pero no como delirio de borracho sino más bien como madre que a su niño le regala las capacidades justas para poder volar a buena altura sin comerse el primer árbol,

y así se sabe, sucesivamente, se construye un texto, pero no se

agarre de sus garrotes, lector rabioso y mal atendido por empleados municipales, este no es mero metalenguaje, hablamos del sujeto que a usted le interesa más porque justamente
soy yo. 

Es decir, si usted me ha visto alguna vez 
sabrá sacar un provecho  morboso de esta historia del mismo modo que en terapia el psicólogo ríe por dentro cada vez que uno dice ‘todo es una mierda’ o ‘el problema es mi jefe’, 

puede imaginarme toda loca y encorvada empeñada en la misión inabordable de construir una enredadera de armoniosas proposiciones, comenzando a rascarme el brazo tras borrar la primer palabra, sonándome los dedos después de borrar todas las demás

y empezar a escribir esto, 

que no es la historia de mí sino la historia de un sujeto cualquiera que aborda una misión de por sí ya inabordable

 pero
 al contrario de mí, que como ser civilizado que soy ya la abandoné,
no,
 no la deja, borra y vuelve a escribir borra y vuelve a escribir
y aunque usted no lo crea todo le pica y no deja su acción,


un sujeto que usted ingenuamente se ha figurado como Paula 
y ya tiene toda la escena armada en su cabeza,
cada detalle mío inventado, reproducido o distorsionado componiéndome 


para darle en su cine personal unos veinte minutos de relax intelectualoide y engreído,
mientras se queja de que ya nadie inventa,
de que todos, sobre todo Paula, 


escriben sobre no poder escribir en lugar de ir al psicólogo para que les enseñe el arte sublime que el sujeto que ustedes han imaginado con mi cuerpo es capaz de hacer sin parar a rascarse o a mirar la cucaracha que se escondió en la puerta,

y desean en secreto conocerlo alguna vez, preguntarle dónde está la magia

17.8.13

naranjo en forro

 "Perfecto conocedor de sus capacidades, no lo era lo bastante como para frenar sus pasiones" 
Joseph Conrad




Si tengo que hablarte desde la postura de un iceberg
con la espalda inclinada sobriamente
y tantas capacidades truncas una sobre la otra
 lo hago, no me enrosco



en este instante íntimo de la historia
el deber sostenerse de los propios agujeros constituyentes
es la función que se nos ha asignado
viene primero probar
 mecanismos artificiales
comprobar que no se es robot ni espárrago

autómata ni ave libre de cuya cola
cuelga el hilo pequeño del que se ha liberado

después lo saben
enamorarse. darse vuelta sobre la cola
hasta ser culebra camuflada cómoda en un panorama límpido de colores
combinados
y hallar en otro una parte  sustituyente
envidia de que en la repartija
esa belleza no nos haya tocado.


el final es decir
soñé que me moría.
la cola de una ratita que al prender la luz
sentimos que se ha escondido justo antes
y que ya surgirá
cuando un golpe seco cierre la puerta.
la colita de la rata no nos necesita
nos toca ser glaciares mal derretidos
el residuo del paisaje que evitan los focos registrar con la cámara
y se alimenta de la luz colada entre los mínimos hoyitos
que
porque algo nos queremos

dejamos que se agranden todo el tiempo

6.8.13

Fiesta de té

a César le carcomia las encías y es literal
 que un pedido de leche pudiera tardar tanto,

aunque miles de razones

ya creadas por él

ya provenientes del mundo exterior
el mecanismo complejo de un supermercado 


podían apaciguarlo, él se entusiasmaba con sentirse ansioso, oh, única circunstancia de la vida en que tantos podemos por un rato sentir el pellejo encrispado y tocarnos el corazón para comprobar si sigue latiendo, porque por pura cobardía y ego ni perseguimos anhelos pretenciosos ni nos imaginamos persiguiéndolos y digamos que a César hasta que no tuvo que esperar la leche hacía unos dos meses que el cuerpo le parecía olvidado y ya empezaba a descartarlo de sus asuntos prioritarios, lo reemplazó por otros, se enamoró o creyó enamorarse unas cuantas veces y el desgaste que / sabía de antemano / eso le supuso lo dejó por fin en un letargo suave, un masaje constante en las costillas, un estado zen de decapitación y la capacidad asombrosa de al fin ver su vida como un sinfín de agonías nunca finiquitadas que lo dejaban creer que si la rueda seguía nada iba a terminar demasiado pronto


pero es la vida una catarata de imprevistos, tan bella como inevitable, la leche

venía en un carrito de supermercado casi sin rejitas, casi todo agujeros, y entre

calles abolladas por el mismo devenir urbano caía y caía y cada vieja que atrás

andaba sufría un resbalo que en algunos casos la hacía morir del susto, conducido el

carro por un viejito que de flaco se doblaba y de doblarse hacia que el carro más se

inclinara hacia sus costados y la leche siguiera un ritmo de derrame casi perfecto,

claro que César no imaginaba pero casi, porque imaginaba muchas e infinitas causas,

nunca esa, me dirán, pero somos todos un poco nostradamus, un poco reyes de nuestros

destinos





fue porque el viejo trastabilló con uno de estos sucedáneos agujeros que todos los

sachets sufrientes acabaron por entregarse a su ansiada caída y dijeron pum pam,

resbalaron, abrieron un agujero entre las rejas flacas y se estamparon en escultura

vanguardista sobre una calle casi aturdida por la vida fugaz de los porteños, a lo

que el viejo respondió con un sollozo final




como cuando luego de querer hacer algo sin querer hacerlo por fin nos funciona eso de que termine y es mucho peor que todas las desgracias que jamás imaginamos
por una calle va el deseo y por la de enfrente la compulsión, si es que el deseo va, y si la compulsión se cae uno tiene que cruzar porque César y el viejo eran cámaras observando el andar de sus propias inquietudes


así como pasó una hora de su llamado y césar se miró al espejo y vio que los dientes

se habían invertido de lugar, o sea que en lugar de morderse entre ellos estaban

mordiendo ese sostén maravilloso, creación sagrada de la vida, una masa de carne

impenetrable que ojalá se nos vea lo menos posible cuando sonreímos, se movían para

arriba para abajo empeñados en derribarla, hacerla mismísima nada, quedarse solas en

su reino de la boca, y luego César se miro los ojos, que como poniéndose rimel no se

cerraban ni por secos, era una imagen coordinada. dientes arriba y abajo, en armónico

movimiento, pensó César que la vida es necesitar calcio para que estos accidentes

sean evitables y luego remotos y luego por fin olvidarse de ellos,



pero es así el deseo, nada se olvida, ni César olvidó entonces un sueño en que no

tenía dientes, y esta es una historia trivial sobre las cosas que se caen, las cosas

se le cayeron a César para que el viejo cayera, o al revés, eso no importa, el

viejo cayó en la calle  y una vieja lo pateó con zapatos muy nuevos, lo invitó a

pasear, hicieron alguna fiesta de té, dejaron sus vidas afuera / no sé cómo se hace

eso, sinceramente/ y cuando ella le preguntó por qué hacía trabajos de cadete, él se

puso en un estado un tanto melancólico y distante, y decidió que esta vez no le ganaría



esa traba y de prepo, cuidando de no interrumpirle la palabra, la besó en la boca con

mucho / y no es cualquier adjetivo / ruido de babita espesa

4.8.13

vacaciones de invierno y una china en el malba

eso de traer café fue la prueba fehaciente



de que
cuando uno entra en la etapa de la superposición
cualquier cosa sobre cualquier cosa se convierte en su peso
y se nivelan todas
es fantástico
super físico
como estar cogiendo con uno y pensar que podría ser otro
y nunca dejar el asombro infantil y nuevo que nos sugiere
únicamente
la relatividad
hacerla arte con los dedos
dibujar un pito perfecto
que como todo
sacado de contexto
es mucho mejor

y si no funcionó tenía que ser
porque este y el otro lado del tiempo
que son el mismo lado, ya dijimos, pero esta vez porque conviene

son distintos
porque vos ya no tenés barba
porque yo fantaseo con tener sida o gonorrea
quería ser singular ahora
la encarnación más peligrosa del contagio


y si no era por la diferencia, vamos a decir que por la semejanza
crecimos juntos como ranitas que aprendieron a coordinar sus saltos en el estanque

igual ni juntos
ni crecimos
pero somos ranas con manchas negras en la cara
y si nos mirás de cerca
ni las plantas que habitamos parecen adorables







todo esto terminó, hay que contar la historia
café en taza, taza en mano, esa cosa de siempre
no huir de esa droga condensada en las fosas y los miembros
compulsión


ladraste
y me lo creí
sin miedo porque a esas alturas
del progreso condensado en microsegundos
el tuyo sí podía ser el pito perfecto
el tuyo y cualquier cosa

un superpoblado jardín de pitos multiplicados al infinito