14.7.11

minuciosa conservación del cuerpo

Dejaste tu cuerpo en un desierto matorral, fuera de algunos caprichos altaneros, dentro del sopor inmenso de las lluvias. Prefiero mil veces el rodar de las aves: basta un leve aleteo de sus preciosas plumas, contorneándose al compás del viento en contra, para apreciar las mayores virtudes del planeta. La libertad, la belleza, el placer, una condensación fantástica del feliz sentido de la existencia, aunque disipado en leves segundos




Todo tu cuerpo en vos mismo. Si te cayera una leve pluma desde la cabeza, y se contorneara en el aire antes de quedar en el suelo, para permanecer allí hasta que otro pájaro distraído la adviritiera y se la llevara con la esperanza de revivir a su dueño, pobre dueño, cuya vida sólo ha dejado un signo incierto, que en verdad no indica nada: ha muerto, o sólo se encuentra débilmente vivo; si contaras al tiempo con tu zapateo simétrico, en violenta sentencia hacia los mortales, caería sin vacilar a buscarte, montada en un gran caballo rojo, que fuera matando a cada paso a miles de aves desplumadas, y dejara cartas en el idioma que resulta de la confusión mental, para que las lean extraños forasteros que pasaran por allí porque se han equivocado de dirección




La extensión de tu cuerpo es un recuerdo disminuido por mi mente, que lo ha conservado con descuido, dejando entrar leves briznas de viento frío, y matándolo de hambre por inviernos enteros. El excedente es, entonces, una mentira sutilmente disfrazada, para creerte aún vivo entre mis brazos, entre cada construcción conjunta que ha quedado, empolvándose, en todas las esquinas del planeta - en todas las esquinas que he pisado - y mutarte en las formas más semejantes y extasiadas: todos los hombres y sus sexos, todas las voces y sus timbres disonantes, todos los gritos descontrolados, resultados de la pérdida de eje, un aniquilamiento del superyo manifestado en expresiones sobrias y extraídas plenamente de su sentido - el que permanece en el vocero como una tortura de pájaro carpintero -




Construí tu cuerpo en bancos de arena. Crearte con mis propias herramientas, te ha convertido en mío por entero. Vacío de ideas, despojado de caprichos, rechazos e insinuaciones, parecés un bello cuadro pintado sobre la pared, que no morirá aunque la derriben: los restos de pintura me mancharán el rostro, y entre mis venas correrá tu andar errante, tu casi pleno desvarío, el gesto imperceptible de tu boca al llorar en un cuarto azul, y un motín de festejos sin motivo, bañados de alcohol caliente y mujeres zarandéandose en pleno estupor callejero

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