en que los murciélagos intentaban comernos las pestañas:
transpirábamos
éramos nuevos en el brandy
nuevos en la noción del tiempo
y despertar era una lección del diablo
aunque dormida, suponíamos
que existía en alguna parte
reposaba entre los restos de otra noche idéntica
en que mujeres morían aplastadas por huracanes
y no tenían tiempo para exhalar
o un día, quizás, de otro país
en que los niños duermen en los campanarios
y las plazas son escenarios del paso de los muertos
hoy
la encontramos
entre la silla y el pliegue del zapato
que no se ve a cierta hora del día
pero ya era tarde, como siempre
que vemos lo oscuro a la luz de las cuatro y el sol
ya está cansado de querer despertarnos
el sueño es sólo una fase confusa
en la que no confiamos
y el olvido parece una herramienta eficaz
siempre nueva
para mantenernos
siempre
siempre
en el mismo
espacio
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