
Y qué ibas a hacer, si acaso el tiempo y el espacio no existían para vos cuando en esos pasajeros instantes, era tuya. Y su cuerpo y sus manos eran como esa brisa de verano, como esa risa en el mejor momento, como el paraiso en un lugar común.
Y no te dabas cuenta de cuánto te dolía la herida que, poco a poco, en su engaño de mujer, iba dejando en vos. Creías todo tan real, y no viste que detrás de ese rostro perfecto, de esas noches de lujuria, de esos labios suaves, de esa mirada cautivante, se escondía tu perdición.
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