12.12.08

Autoengaño.

Sentirse incompleto no es cosa de todos los días, sólo surge en unos pocos momentos en los que de repente todo se pone intranquilo y uno no sabe tantas cosas que creía sabidas, no desea tantas cosas que creía realmente deseadas. Apenas algo muy pequeño se desmorona, todo se cae detrás casi al instante, deja de tener el calor de la costumbre para volverse frío y turbio, y uno extraña tanto la comodidad de saber lo que pasa y lo que se siente que es capaz de autoengañarse, con tal de creerse feliz. Y en el autoengaño se empiezan a arrastrar otras cosas, los días pasan sin que nadie se de cuenta y el alma, muy muy adentro el alma, se va rompiendo porque ya no tiene sostén, no tiene ilusiones ni sueños, ni futuros ni nada, tiene una mentira que de tan evidente que es lastima. Lo peor es que no se puede hacer nada contra eso, contra el deseo que ya no lo es o contra las seguridades que tambalean como si uno las apoyara en la punta de los dedos y sin hacer demasiado esfuerzo por retenerlas las dejara caer, quedándose solo con el engaño. Porque cuánto acompaña el engaño cuando de abandono se trata, siempre que se cree uno solo viene él prácticamente sin que lo llamen a llenar el huequito que algo dejó y todo aparenta ser tan normal, que nos olvidamos por completo de lo que pasó.

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