4.7.10

Páez.

No quiero empezar a pensar quién puso la yerba en el viejo cajón. No puedo levantarme siquiera, calzarme mis viejas pantuflas, fumar un cigarrillo que encuentre casualmente tirado y ver las primeras gentes paseando en la mañana gris. ¿Dónde estoy, en qué lugar alejado, separado de todo estímulo y noticia? ¿Quién me ha robado las cosas, las vidas? Algo vuela y atraviesa el cielo y se disuelve en las nubes, no llueve. Ni siquiera hace frío, no existe este día, ni yo que aspiro el humo, que entrecierro los ojos al tragarme el humo, ni yo, que puedo ver a través de mi ventana empañada, en este día inmundo de invierno y vejez. No quiero empezar a pensar de nuevo, como una máquina inservible que repite autómata las mismos pensamientos, de dónde ha salido esa yerba y porqué estaba allí, no en otro lado, quién fue el imbécil que entró en mi casa y desestructuró mi orden.
Pero hoy pienso, no importa. La vida ya me ha dado bastantes disgustos, si no son grandes son pequeños, si no intrascedentes importantes, siempre algo que me asegura la verdad de la tristeza. Y pensar, qué cosa inútil, para qué sirve cuando uno ya ha pensado tanto y no ha encontrado nada. Si siempre se llega lo mismo: el cuerpo atravesado sagazmente por el tiempo, el recuerdo olvidado de un amor divino, los achaques, el viento intenso de la noche, el miedo a caerse de la cama y morir, alguna vez, como si nada. Como ahora estoy yo, solo de nuevo, cual si fuera necesario volver al mismo lugar, algo en la vida hace que vuelva a quererte en un desenfreno antiguo. Y sin embargo hoy cuando te pienso tengo veinte años, hoy, yo, tan viejo, cuando te recuerdo soy otro, tengo el rostro bello, mucho pelo, las manos tersas, los ojos iluminados, tu cuerpo, mi vida, toda la ilusión encarnada. Nada me falta cuando de a poco te invento. Está tu figura en el humo que aspiro, en las hojas que no existen en invierno y el florecer sombrío de la primer primavera, cuando camino, borracho, bajo un farol titubeante, cuando no está, y está otra, tu figura se recrea como si fuera el mismo tiempo, acechando en mis caminos para entorpecerlos. No me deja vivir, siquiera, cuando intento no pensar, y puedo levantarme luego de la duda para demostarme que puedo vivir, aún, aunque más cerca de la muerte. Está, sin embargo, para golpearme de lleno en el rostro, en un golpe sorpresivo como un trueno.
Quisiera no pensar, en esta mañana lúgubre que ya clarea, aunque cueste quisiera. Pero has existido, y es el pasado ahora lo que está presente, sobrevolando las nubes fugazmente, si todas las cosas pudieran ser acaso, tendrían tu nombre sin dudas, pienso. Vuelvo al pensamiento mi vida, porque de vos está hecho y hacia vos voy, siempre, aunque lo olvide las piernas me llevan solas, son tus manos que las empujan, dulcemente, hacia tu vida siempre. Si suspiro es para que responda tu voz de repente, para que traces vos sola el camino.
Así que tras dar vueltas en mi cuarto, inquieto, incómodo y despeinado, me pregunto inocente porqué la yerba está ahí, en ese cajón y no donde yo la había dejado, quizás, alguna vez. Y sonrío, torpe, fijando mi vista en un cuadro de una insípida flor.

No hay comentarios: