5.4.11

la espera

y no sé qué brota de la savia turbia del desencuentro, la espera apacible con los ojos cerrados, un azul e irritable cielo sobre la cabeza inclinada a un hombro vacío, tu voz mi voz todas las voces en gritos disonantes, y el viento que se recorta en mis oídos, los oídos que fueron tus ojos, los ojos que fueron tus labios, los labios que hoy cantan que no hay ausencia cuando se sabe que tu vida está enterrada bajo mis pies dormidos

en una sobria y fría soledad, que recorre siempre los lugares más oscuros, en un laberinto directo a las entrañas, para comerse lo más duro del dolor humano, el hueso irrompible de la esperanza, la muralla de acero de la negación al espejo, al llanto eterno de no saberse vivo cuando otra vida se comió el sabor de la aparente alegría, a pasar las manos sin saberlo sobre texturas placenteras, a saber que existe otro cuerpo entre el propio y la inmensidad del mundo. que todo se quiebre en un solo instante, como ver caer una hoja de un árbol corto, y que muera aplastada por los pies distraídos

calmar la sed y acostumbrarse a sorberse el seso en pensamientos de tu cara, y vivir la realidad como un eterno espejismo, y querer siempre asesinar a quien insiste en los sueños, corriendo en enredaderas de tus manos hacia un sinfin de sensaciones que la piel olvida, como no recordar cómo es quemarse, o que se difumine en el aire el goce del tacto acercándose, aquel presagio previo al placer, tensar los músculos con los pies cerrados

y una mirada vacía desde el fondo de uno mismo

1 comentario:

Aydé dijo...

Usted ya no cree en los sueños?