
Lo peor es cuando aparecés vos sin avisarme y volvés mi mente tan maleable y me hacés dudar como una tonta, será acaso porque no te quiero en realidad, quiero que me hagas sonreir entre el viento frío y las lágrimas de cansancio, que me toques apenas con dilacadas manos y un aire de placer. Y cuando estás lejos y te encuentro y me entero de que estás ahí tan vulnerable a que te tome de la espalda o de los hombros y con un beso en la mejilla intente llevarte a mi mundo que cómo se cae a pedazos cuando me doy cuenta de tu ausencia real, lo poco que te quiero y la confusión. No por no saber exactamente si es que te necesito o no, sino por perderme en vos tanto y tan poco a la vez, porque me doy vuelta y el mundo está ahí y no hay manera de escaparnos, es tan fuerte la impotencia que siento cuando te veo a mi lado pero al mismo tiempo tanta gente y tanto aire viciado. Y es necesario cerrar los ojos en el beso infinito para saber y sonreir entre tus labios, saber que no existe esa confusión sino la ambigüedad que me carcome pero qué importa si tan envuelta está mi cintura por tus manos aunque sean las únicas manos y la única cintura y el único mundo en el que creemos, por eso no quiero que me sueltes y sí, porque acaso no sé dónde estoy parada y tus ojos me llevan, y no quiero.
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