3.8.11

el legado - 1

encontré mi nombre tallado en una piedra, la sombra le apuntaba en la esquina derecha, si es que tenía esquina, si es que era una piedra. el nombre mío tallado en una piedra.

el clima está temblando sobre sus espaldas, tenga cuidado de no dormirse en los laureles de la desidiosa tarde. en ese sol pleno sobre los ojos, en el engañoso candor de sus rayos perpendiculares, y menos en el movimiento de una blusa fugaz tras un siniestro golpe del sueño sobre sus párpados cerrados


hallé las letras de mi nombre talladas en una piedra. es decir, una sucedía a la otra, en el correcto orden, ni siquiera al revés, y en conjunto eran leídas como tal: mi nombre. como el que tienen tantas otras mujeres, con las que sólo comparto la increíble particularidad de ser llamadas igual. insultadas igual, lloradas igual, escritas igual, queridas igual, talladas igual en todas las piedras de miles de paisajes tardíos, donde los pies mojados se ensangrientan igual tras pisar filosos retazos de botellas.


la temperatura que aumenta desde su cabeza hacia abajo, mientras toma sol plácidamente en el sospechoso jardín de un hotel, es una clara indicación de que está pronta a desmayarse. apártese a la sombra, siéntese en el tronco de un árbol y beba abundante agua, hasta que sienta que su propio aire la asfixia y el líquido que ingiere le rebosa por la boca. no espera a ponerse morada: llame a otros seres humanos con violentas zancadas de los brazos. quizás le tiemblen inconcientemente: no se alarme, la naturaleza siempre le retrucará los movimientos desacostumbrados - una mujer embarazada no puede sufrir estrés ni ansiedad, es decir, debe ser complacida en sus deseos, sus miedos y sus acusaciones, ¡renuncie a perpetrar la especie, de lo contrario! o desaparezca de su vida durante un período, quizás incluso sea mejor que de lo contrario -


soplé el polvo que cubría a mi nombre, y descifré los números inconclusos de una clave secreta. todas las posibilidades se redujeron en mi cabeza: aquel número me podía llevar a algo, pero nunca lo haría. era como saber la temperatura del sol, por pura intuición y desmembramiento, pero tener igual conocimiento de que nunca llegará a tocarlo



sin embargo, el terremoto es inminente y usted debe esperarlo con la correspondiente serenidad. obedezca a los animales que, muy atentos, alzarán sus hocicos y la orientarán hacia el lugar más seguro. si allí no sobrevive, tenga en cuenta que no hubiera podido hacerlo en otro lugar - conserve entre sus manos la foto de un ser amado, y una carta de despedida. nada lamentará más que no haber dejado un legado en la historia

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Destellos cabalísticos rodean el texto, entre piedras, runas, polvo y legados inconclusos. Apártate del Nombre, mujer, porque no es fácil escapar de la locura del conocimiento. Porque no es fácil escapar, a secas.

Cine Braille dijo...

No hay otro legado que el polvo, joven.