Ahí está, el invierno. Llega como agazapado a la costumbre. Llega y me saluda nostálgico, arrastrando vientos y lluvias pasadas, recuerdos que están como congelados por el tiempo mismo. Vuelven y me dibujan imágenes viejas y gastadas, se traducen en realidades o vientos o nieblas, se hacen reales como la noche temprana, cuando todo vuelve y se hace más crudo porque el frío se siente en la carne y en los huesos. Por eso apenas se ve aquel cielo estrellado que ahora está lleno de turbias tormentas y lágrimas gruesas, que ahora se hace invisible y turbio en la mirada y en el tacto, y lejano en los labios secos. Que se resquebrajan con el viento y las hojas, se quiebran una y otra vez como reviviendo y buscando el beso que el hielo se llevó, buscan desesperados el refugio húmedo y febril de la luz pero no ven más que noches eternas y encerradas en la melancólica rutina. Así espera el labio ya roto, el día impaciente, la brisa imperceptible y el hombre tan solo. Esperan que se vaya la tristeza que trae junio cuando viene sin querer irse, porque nunca se irá.
"cada uno en su lengua puede exponer recuerdos, inventar cuentos, emitir opiniones; a veces incluso adquiere un estilo hermoso, que le proporciona los medios adecuados y le convierte en un escritor valorado. pero cuando se trata de urgar por debajo de los cuentos, de hacer mella en las opiniones y de alcanzar las regiones sin memorias, cuando hay que destruir el yo, no basta con ser un "gran escritor", y los medios deben resultar siempre inadecuados, el estilo devenir en no estilo, la lengua libera una extranjera desconocida, para que uno alcance los límites del lenguaje y devenga otra cosa que escritor" Gilles Deleuze
21.6.08
Invierno.
Ahí está, el invierno. Llega como agazapado a la costumbre. Llega y me saluda nostálgico, arrastrando vientos y lluvias pasadas, recuerdos que están como congelados por el tiempo mismo. Vuelven y me dibujan imágenes viejas y gastadas, se traducen en realidades o vientos o nieblas, se hacen reales como la noche temprana, cuando todo vuelve y se hace más crudo porque el frío se siente en la carne y en los huesos. Por eso apenas se ve aquel cielo estrellado que ahora está lleno de turbias tormentas y lágrimas gruesas, que ahora se hace invisible y turbio en la mirada y en el tacto, y lejano en los labios secos. Que se resquebrajan con el viento y las hojas, se quiebran una y otra vez como reviviendo y buscando el beso que el hielo se llevó, buscan desesperados el refugio húmedo y febril de la luz pero no ven más que noches eternas y encerradas en la melancólica rutina. Así espera el labio ya roto, el día impaciente, la brisa imperceptible y el hombre tan solo. Esperan que se vaya la tristeza que trae junio cuando viene sin querer irse, porque nunca se irá.
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