13.9.08

Plegaria para un niño dormido.

Se ponían un poco frías las cosas en esa época del año, sobre todo cuando las dejaban cerca de las ventanas o lejos de las hornallas, que siempre estaba prendidas. Por eso él se enojaba tanto cuando llegaba a casa y estaba su cama helada, y apenas se sentaba le ardían los huesos de una forma brutal y súbita, y gritaba tanto que despertaba a la niña. Pobre niña, que dormía plácidamente y soñaba con jardines y flores de verano, en un invierno tan mortal, y tenía que interrumpir el sueño porque papá era infeliz y no tenía tiempo para no serlo. Así que frunciendo el ceño se levantaba y caminaba pesada a la cocina, que cuando era madrugada estaba más negra que nunca y olía a viejo y encerrado. No debían pasar más que algunos instantes hasta que aparecía el padre con su cara espectral a besarla y a pedirle perdón una y mil veces. Cumplido el acto se entregaba al frío de su cama, y la niña lloraba silenciosa, y ponía esa carita que ponen los niños cuando aguantan el llanto, inflando los cachetes y enrojeciéndose mientras de sus ojos brotan algunas lagrimitas, escapándose de la fuerza que hacen los párpados débiles.
Pero esa noche la niña no lloró, y no por disimular su tristeza, sino porque se sentía bien, realmente bien. Y estaba sola en la cocina minetras miraba la espalda de su padre que poco a poco se alejaba, se internaba en la inmensa oscuridad que tenían las noches allá y desaparecía mientras la dejaba solita, aún más oscura que él. Y soñaba todavía como si no hubiera despertado en realidad, como si estuviera internada en los bosquecitos o en las selvas que su cabecita creaba cuando nadie gritaba ni le decía que debía ser una buena niña y bañarse de vez en cuando y decir adiós al irse. Por eso se reía aunque las hornallas estaban apagadas y el frío se le iba trepando desde la yema de los dedos y la cabecita hasta todos los rincones de su cuerpo que eran arbolitos donde dormían las ardillas y los teros, y donde ella se colgaba como el frío de sus huesos, y luego se caía torpe y feliz mientras la helada le besaba los pies y la inmovilizaba de a poco, dejándole correr por entre el pasto crecido y la lluvia, muriéndose sin parar de reirse, respirando la brisa y el verano que estaba cerca, tanto que ya podía sentirlo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

últimamente leo las cosas antes de que las publiques, así que no tengo mucho que agregar. un besito, niña

Anónimo dijo...

se me borró el comentario.
era algo así:
qué lindo que escribís, tenés un estilo muy agradable, ¿querés que te publiquemos?, me encantó, me encantó, deberías publicar un día de estos, seguí escribiendo, seguí así.

ahí tenés un lindo estereotipo que aporta mucho al escrito :)

Unknown dijo...

ojala spinetta te faje (?)
desde el coso de mi fraterno

Unknown dijo...

tenes que escribir para el ceni, desplaza a todos esos ignorantes :)

Ailén :) dijo...

Pola :)
Escuchame, lo que yo escribí, eso último, es porque se suponía que todo lo anterior me pasaba a 'mí' y no quería que me pasase más, y la única forma era escribirseló a 'él'. ¿Se entiende? Ahora me queda la duda de si quedaría esa persona como una gata no enamorada.