3.3.08

El límite.

Miraron la pantalla una y otra vez. Pestanearon, se voltearon, se miraron. Y volvieron a mirar. Todo seguía igual. Tal vez con cierta incredulidad, y un dejo de desconcierto o sorpresa fueron dándose cuenta lo que sus ojos percibían. Y cada vez se hacía mas real. La pantalla ya no lo era, sino un débil límite entre ellas y otros, y otro. Un mundo lleno de algo desconocido, o algo que estaban conociendo, por primera vez.

Y se movió. La mano, algo distorsionada, deforme, sin expresión, como irreal. Se movió, lenta y sigilosamente, acercándose a sus bellas caras y sus ojos atónitos, atravesando el límite con total naturalidad. Y las rozó, las acarició. No era un sueño. Claro que no, ahora la mano se volvía real, tomaba forma, se movía suvamente. Inmóviles, las muchachas vieron cómo de entre los dedos de la hermosa mano salía algo. Algo que habían visto antes, en la “pantalla”, y que había desaparecido en el momento del increíble movimiento. Un bolígrafo, listo para escribir, en cualquier parte. Tal vez en ellas, tal vez en el aire, tal vez en la misma nada. Pero las tocó, también era real. Y la mano ya estaba muy lejos del límite imperceptible, revoloteaba en el aire, a veces las señalaba, como misteriosa. Y el bolígrafo, en otra parte, la esperaba, con tranquilidad. Y en una milésima de segundo, todos se unieron en un mismo punto para dar fin a las diferencias, y aunque ellas no estaban en su lugar correcto, tampoco advirtieron que nunca lo iban a estar. Y ahora menos, porque el límite había sido transpasado, y esta vez, junto a ellas.

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