18.3.08

Experiencia.

A veces pensaba que las cosas no funcionaban. Lo miraba y las horas pasaban y cada paso que dábamos era como volver a lo mismo. El tiempo de vez en cuando me despertaba como abrupto y yo me daba cuenta de lo estúpida que estaba siendo, pero qué iba a hacer si él seguía estando ahí casi porque debía estarlo, y el adiós ya había sido pronunciado sin que lo sospechásemos. Si bien sus ojos hermosos seguían derritiéndome y su voz despertaba mis instintos y cada palabra que decía la tomaba y la guardaba para mí (sobre todo si era dulce), era como si no dependiera de nosotros que las cosas se hubieran dado así. ¿Y qué íbamos a hacer? ¿Esperar, besar, llorar? No lo sabíamos y actuábamos como las respuestas a eso que el aire que respirábamos nos decía. Y de un segundo al otro nos despertamos de un sueño que si bien ya había muerto, creíamos que iba a vivir para siempre.

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