22.4.08

El padecimiento diario.

La ventana del aula es como una salida y al mismo tiempo el sabernos incapacitados de escapar, y el mundo nos encierra apenas pudiendo respirar, soportando cada momento pero padeciendo ese deseo que sabemos no se cumple. El deseo de llenarnos y de esa libertad, y es que no vale nada. El tiempo corre pesado, cansándose cada vez un poco más, rogando morir. Y ahí es cuando deseamos todos juntos y nos convertimos en la tristeza y la eterna espera, la espera de los besos, de los palabras que se pudren de tanta impaciencia y pierden la gracia. Ya no lloramos por ese reloj que no avanza ni ese respiro que falta, nos entregamos al padecimiento de saber nuestra impotencia, que no hace nada y tampoco nos ayuda en nuestra lucha contra la estúpida lentitud del tiempo, de los discursos monótonos y los murmullos. Que ahora gritan, y sollozan desesperados porque se clave esa aguja ahí, en un número iluso, dibujado apenas en ese mapa del engaño, puesto ahí porque debe estar, mientras decimo tras un alivio que ese timbre no fue tan bueno como esperábamos.


Circunstancia: Clase de física de ayer, me agarró un poco de inspiración mientras Sofi escribía nombres en la calculadora, o era simplemente el hecho de que prefiero cualquier cosa antes de hacer ejercicios de tal disciplina. Caput, hasta la vista. Se hace un poco más ameno el blog cuando escribo así, y hoy me puse a escribirle cartas a la gente que nunca les daré, pero me sirvió de descarga.
Ah! y cuando pueda voy a postear las cosas que tengo que hacer antes de morir, lo que odio que me pasen y las cosas imprescindibles en mi vida, como para distender un poco. Igual amo el blog, no sé. Gracias a los visitantes crónicos y a los pasajeros, o bueno, gracias por leerme aunque sea un poquito.
Buena suerte.

1 comentario:

David dijo...

tu blog es tan, pero tan tuyo... por eso lo amás
obvio que te banco en cuanto a cerrar los ojos un buen rato
sería como dormirse en inglés para aguantar la clase