30.12.08
Tiempo de verano.
Nada. Salvo dejar que a la madrugada, cuando toda la ciudad se convertía en un escalofriante silencio, los sueños poco a poco se fueran metiendo entre los poros llenos de toxinas liberadas, recorrieran la sangre y los músculos duros, besaran los pies cansados y las sonrisas borradas y con su música triste fueran haciéndonos sentir como el presente jamás lo hubiera hecho. Libres, ajenos a la tristeza de la noche, aferrados por fin a lo más sólido que teníamos, los recuerdos de otras noches, de otras pieles, del agua que nunca dejaba de caer.
25.12.08
Valores.
como un tesoro
más valioso que el tiempo,
más perfecto que la muerte,
arrasador del viento
y de las tristezas.
Y rozar con manos firmes
y cubiertas
hasta sus más íntimas
hendiduras
de rocío viejo y de muertes,
la amenaza cabizbaja
del futuro.
No golpearla, no romperla
en el entusiasmo y en la risa,
besarla con los dedos,
como a una preciosura
y olvidarse por un rato
de la horribre suerte
que trae en su mentira,
tentada por el engaño,
dulce por la esperanza,
trae amaneceres
poblados de soles,
desprovistos de vientos
y de lágrimas,
trae una cascada de palabras
pura y febril,
buscando ser traducidas
por las horas
que nunca serán.
19.12.08
Cuatro minutos.
13.12.08
La era de los giles.
12.12.08
Autoengaño.
8.12.08
Algo sobre los besos.
La comodidad de sentir propia siempre la misma boca es a la vez de conformismo y satisfacción, y uno sabe que al otro día, sin tener que hacer demasiadas predicciones, contará con la misma humedad y el mismo sabor compartido, y no presenta entonces el beso demasiadas preocupaciones ni inesperadas sorpresas, simplemente un placer que, según lo que uno elija, puede hacerse diferente cada día.
30.11.08
A José.
Así que no nos asomamos a ningún lado, y tratando de engañar un poco la tristeza, comprobamos que los gatos eran alérgicos al vapor. Tanto me había molestado José con eso, con que vas a ver que si lo ponés al gatito un ratito al lado de una ducha empieza a estornudar de una manera muy simpática, y después la naricita se le humedece toda. Y no tarda mucho para que se le debiliten las patitas y vos lo veas tan débil que te de lástima tocarlo. Ojo con eso de que es contagioso, me decía serio mientras yo trataba de distraerme un poco con el paisaje gris, no vaya a ser que se te contagie a vos también, pero no perdemos nada con intentarlo.
Y entonces yo un poco resignada agarré al gatito, era muy lindo y chiquito, hasta me dio un poco de lástima encerrarlo, pero tuve que hacerlo porque a las cosas no hay que apegárseles demasiado, y abría la ducha mientras él se lamía la pata izquierda y me miraba de vez en cuando con cara de nada. Cuando estuvo por fin cayendo el agua caliente y ya estaba empañado el vidrio del espejo, me escapé sigilosa, y su mirada me seguía, nada peor que esas pupilas de gato dilatadas, que te dan ganas de abrazarlo fuerte y no dejarlo nunca más solo.
Esperamos inquietos en la puerta con un cronómetro viejo que de vez en cuando se paraba, no nos importaba porque era muy entretenida e incómoda la espera. Los maullidos del gato eran los que hacía siempre, sólo para molestar. Pero con los minutos se hacían cada vez más agudos, y hasta parecían de sufrimiento, pero no podíamos parar el cronómetro porque sí, el experimento tenía que tener un final. Media hora. Hacía ya rato que se había callado el bichito, pero no lo habíamos advertido demasiado. Abrí la puerta con un poco de miedo, y fue tan sorprendente aquella imagen que hasta me dieron ganas de reir, estaba ahí el animal todo mojadito, con los pelitos parados y los ojos caídos, mirándome con una expresión increíble y haciendo un ruidito muy tierno con la nariz, como si estuviera resfriado. Lo toqué muy suave, y me respondió con un ronroneo de satisfacción. Lo llamé a José con las manos, le señalé al gatito, le sonreí y lo abracé de la emoción, y nos quedamos mirándolo los dos, sin importarnos el calor que hacía ahí adentro, ni que el vapor era impresionante, ni que por primera vez, el animalito nos estaba saludando.
26.11.08
Orden y progreso.
23.11.08
La parte.
cuando se deja ver una parte,
un pedacito de la parte sagrada
que en todos crece
y se agranda
y se muere,
cuando entra un ojo y se asoma
por la ventana,
y ve lo que no tiene que ver
ni el ojo, ni el dueño,
ni la nada,
porque la nada es parte,
de la parte que es el sueño,
delicado, frágil, brillante
y triste
que tras la coraza de los días,
poco a poco va creciendo,
y está oscuro,
y está solo
y nadie tiene que verlo.
19.11.08
Corre, Forest.
Lo más lindo es cuando comienza a dar sus primeros pasos, ella también se antecede a todo, abre poco a poco la ventanita de la novedad, y da un poco de culpa tocar la pureza de lo que está por venir. No se tarda mucho, sin embargo, en entregarse de lleno a las imágenes hermosas que nos traza la incertidumbre de no saber del futuro y, al mismo tiempo, tenerlo tan cerca que casi es posible oírlo respirar.
6.11.08
Mientras espero.
cuando sea de noche,
y no haya ya ni sombra
ni luz ni sol,
cuando seas en lo más hondo del recuerdo,
cuando se haga carne la voz,
se cierren mis párpados,
y te recuerde y diga no,
no mil veces y una contra
la cama y el sueño,
No, ya no hay
de eso que fue,
de lo que fue y no es,
quién se lo ha tragado,
el tiempo, el desamor,
la guerra,
Las lluvias, los recuerdos,
la impaciencia.
Quién te ha llevado,
de la mano o de los brazos,
quién se ha robado el aliento,
las horas perdidas
sin tiempo.
Quién te traerá esta noche,
como todas las demás,
arrastrándote forzoso
a mí y será otra vez
creerte en un delicioso engaño
que se esfumará
cuando el viento acabe
y sea el día.
27.10.08
Pausa.
si en silencio te beso,
con furor suave la mano,
el pelo,
si lloro sin pausa,
cuando todo es tan perfecto,
tanto que me angustia
el no querer que te termine.
Y si te sorprende escucharme
susurrando en el bostezo,
cuando ya es de noche y pienso,
qué fácil parece esto de tenerte,
qué frágiles parecen tu cuerpo, tu beso,
si me voy un día
de repente, sin aviso
no pienses nunca, que cambio,
que no amo,
si me voy es
porque no creo, en
verdad no creo
que vos, que algo
como vos, así sin más
ni menos
existe.
16.10.08
El sentido.
Camina el niño entre nubes que cree sentir bajo sus pies, sueña con alegría en un mundo que huela a frescura y pureza, y no a ese plástico y a petróleo viejo. No encuentra el camino entre ese mar que le contamina los ojos, no le hace falta olerlo para sentir la miseria que lo visita cada día, malvada y orgullosa de su condición de dominio. Intenta nadar en vano para pensar en otra cosa, tal vez en los ojitos brillosos de la muchacha rubia que hacía un rato había pasado con desgano por entre sus escombros, tal vez en cuántos años tendría que esperar para poder tomarle suavemente la mano, llevarla a donde la mente quisiera, enseñarle lo que hay más allá de su mirada hermosa. Y así a tantas otras chicas, con el mismo rostro de nada, de no me importa, no me importa estar sin saberlo al lado de la pobreza en su más honda fosa, estar oliendo el aroma del muerto que en vida aún está.
Por eso llora un poco el niño infeliz, intentando encontrar el camino que lo lleve a algún lugar, a cualquiera, nada en especial, que lo oriente a donde sepa estar, sepa ser y jugar como la muchacha rubia, como su amigo, como su padre. Jugar y olvidar, pero cómo si todo estaba tan tapado de basura, hasta su torso disuelto entre la polusión del aire. Nunca iba a poder quitarse la tristeza que día a día le arrancaba un poquito de vida, se lo tragaba hasta que un día el niño siente que su cuerpo se va bajo el agua, el agua turbia y honda, se va disolviendo como si fuera sal a través del mar, roto. Y no dice nada, siempre agarradito a su diario matutino, siempre resignado a la muerte lejana, estando a sus espaldas marcado el camino hacia algo seguro. Pero qué puede hacer desde allí, ya sin piernas porque están convertidas en polvo y hundidas en sí mismas, sin caderas sucias, sin niñas que mirar. Sólo rendirse a los pies de su vida, que era todo y lo único que tenía, que lo arrastraba con suavidad y cautela a la pasividad más grande que pudo haber soñado, más allá de sus sueños y de sus palabras, más allá de los deseos que pudo haber deseado, más allá de lo que podría haber sido, pasivo en su propio final, dibujando por primera vez una clara sonrisa.
14.10.08
Time.
duerme,
se baña en sueños
que no son realidad,
que se alejan del humo,
de los cigarrillos,
de las cosas baratas,
y las flores artificiales,
se va de espaldas al mundo
para creer que son eternas
las ocho horas en que es,
en su esencia y en su cuerpo
y en su almita inmadura,
es en todos lados
y en todos los tiempos del mundo
y del no mundo,
dejala no la despiertes,
que sean diez minutos que para ella
serán tal vez miles,
y no tendrán ni una gota de tiempo
ni de agujas ni de números,
serán solo suyos
como una reliquia
que jamás volverá a tocar.
4.10.08
Leer al otro.
26.9.08
Sí llores.

22.9.08
El rico.
13.9.08
Plegaria para un niño dormido.
Pero esa noche la niña no lloró, y no por disimular su tristeza, sino porque se sentía bien, realmente bien. Y estaba sola en la cocina minetras miraba la espalda de su padre que poco a poco se alejaba, se internaba en la inmensa oscuridad que tenían las noches allá y desaparecía mientras la dejaba solita, aún más oscura que él. Y soñaba todavía como si no hubiera despertado en realidad, como si estuviera internada en los bosquecitos o en las selvas que su cabecita creaba cuando nadie gritaba ni le decía que debía ser una buena niña y bañarse de vez en cuando y decir adiós al irse. Por eso se reía aunque las hornallas estaban apagadas y el frío se le iba trepando desde la yema de los dedos y la cabecita hasta todos los rincones de su cuerpo que eran arbolitos donde dormían las ardillas y los teros, y donde ella se colgaba como el frío de sus huesos, y luego se caía torpe y feliz mientras la helada le besaba los pies y la inmovilizaba de a poco, dejándole correr por entre el pasto crecido y la lluvia, muriéndose sin parar de reirse, respirando la brisa y el verano que estaba cerca, tanto que ya podía sentirlo.
5.9.08
No es por eso que escribo y mucho menos que hablo si es que hablo alguna vez, no escribo para llenar de aire las mentes y que se crean un poco menos invencibles, y menos para ilustrar realidades catastróficas ni para besar los pies del que nos condena, haciendo del defecto una virtud, como se han mal acostumbrado los que discursean a los gritos, cuyas palabras reciben los que no saben oír.
Escribo porque, como bien han dicho, no puedo dejar de escribir.
31.8.08
Cansarse.
no de los kilómetros
que corren
los pies,
no de los relojes
ni de
las avenidas.
Cansarse de los amores,
de los abrazos,
de las mentiras,
de los sueños
que cada noche
sueña el sueño y nunca
concreta la vida.
Tener las zuelas gastadas
de cargar un cuerpo
colmado
de besos insípidos,
de pasados felices,
de ojos que
desde lejos lo ven
caerse bajo las miles de lunas
que lo supieron abrazar.
Y así morir los párpados
y caer sobre las comisuras
y llorar sobre
el cuello
llantos cansados
de no ser llorados,
amores que aman
sólo
por ser amados.
29.8.08
Presiones.
Pero así como me es inevitable, en ciertos momentos, ponerme a escribir, también lo es pensar en eso. Y me maldigo y me siento limitada y me frustro, pero qué voy a hacer. Tenía que decirlo.
Aunque pocas personas lean el blog, aunque en realidad no signifique nada. Aunque internet realmente nos esté haciendo mierda. Y es tanto lo que nos está haciendo que notarlo en una actividad que me hace tanto bien como esta, me hace sentir una esclava de ella. Y en realidad, todos lo somos.
24.8.08
Versus.
- Caeiro, usted diría que una cosa puede tener un límite pero después de esa cosa puede decir que se extienden las cosas de modo infinito porque hay infinitas cosas.
- No, no le entiendo... ¿Cómo que hay infinitas cosas?
- Claro, lo real es, digámoslo así, un escenario incesantemente multiplicado donde lo infinito prepondera sobre lo infinito. Todo es interminable.
- No... no le entiendo bien.
- Mire - contesta ya un tanto nervioso - supóngase usted los números: después del 23 viene el 24 y el 25, el 26, el 27, el 28 y así hasta el infinito.
- Pero dígame, Campos... ¿qué es el 24?
18.8.08
Amar.
15.8.08
Continuidad de los parques - Julio Cortázar.
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
14.8.08
Sobre mentes y otras cuestiones.
de intocables cielos y salvajes bravuras,
una ola que arrasa mi cordura
y hace que sea en mí el antojo.
Y así descontrolada la razón,
atada por el implacable deseo,
vuelve serena del paseo
para arrancarme de pieles la pasión.
Aquella que, solitaria,
va renaciendo poco a poco,
y se escapa de la ciencia,
del deber y la paciencia,
para insaltarse ya sin foco,
entre mi alma impulsiva,
y aquella que, irremediable,
piensa.
12.8.08
Instrucciones para ganar un concurso.
- Alargar oraciones con adjetivos hasta provocar la asfixia del lector.
- Interponer acciones concretas, realizadas preferentemente por partes del cuerpo humano u objetos ordinarios.
- Utilizar un punto y aparte de vez en cuando, como para evitar el aburrimiento o la sensación de longitud extrema.
- Las descripciones no deben ser demasiado extensas, a lo sumo algunos rasgos físicos o cualidades de la personalidad. Nada de doble sentido, ambigüedad o connotación.
- Puntualidad.
- Claridad.
- Escructura ordenada.
- Uno, dos, tres.
- Final. Partida, muerte, encuentro, aclaración del misterio. Cerrado.
- Una única interpretación y si es posible ausencia de metáfora o mensaje.
- Posición neutral. Ni de izquierda, ni de derecha. Ni proletario ni burgués.
- Debe estar basado en la intención de informar un hecho. A lo sumo dos.
- Pocos personajes, para evitar confusiones.
- Seco, inexpresivo.
10.8.08
El lunes.
2.8.08
Los rezos.
es como la del que mira
desde arriba, desde las montañas
o las nubes o los cielos infinitos
y majestuosos,
caer el hambre y la ignorancia que son una ola
también así de infinita
y de majestuosa,
sobre bajas cabezas y rostros
bañados en un llanto incesante
que exige, reza y pide
con el grito de quien no puede hacer
más que gritar,
que al menos aparezca
la mano del tan nombrado,
que dé señales y que los tome
así de la nuca y de los brazos,
y los lleve a lo tan soñado,
a donde hablan los libros,
a donde dice estar lo hermoso,
a lo que sólo se llega
amándolo,
pero no encuentran manera ellos
de amar lo que no da,
lo que sigue igual de arriba,
mientras ellos están igual
de abajo.
29.7.08
Aprendizaje.
27.7.08
Cuando te veía.
25.7.08
Vivir en la muerte.
24.7.08
Resistir.
sin el abrazo tuyo
lleno de soles y sonrisas,
no respiro otro aire
que no sea el tuyo
cuando estás conmigo,
de cerca,
no veo otros ojos
que aquellos que me han sabido mirar
antes de cerrarse en mi beso.
No, se han apretado mis párpados
y reprimido mis sentidos todos
porque no estás para sentirte
entero y real entre mis manos y mis ojos,
no estás ya para confundirte
como si fueras un dibujo
trazado entre las sábanas.
Es porque no estás, sí,
que no hacen esfuerzo por guardarse
mis lágrimas,
que no pueden parar de recordarte
mis restos solitarios y hambrientos,
que en cada palabra vomito
una parte tuya y una parte mía,
para siempre,
porque no estás.
22.7.08
¿?
17.7.08
Lucía.

El té estaba frío esa noche, frío y amargo porque no había azúcar. Sergio, siempre te olvidás de comprar azúcar, Sergio querido. Porqué hacés las cosas tan mal, no tenés nada que hacer, acá la que hace todo soy yo mi amor, aunque sea andá a comprar azúcar. Dale. ¿Y qué iba a hacer más que amarla e ir a comprarle azúcar? El frío de afuera se sentía hasta en el calor del hogar, pero se puso el abrigo y salió a la calle entre resignado y enojado, no sin antes besarla sutilmente, como para darse el gusto. Comprar azúcar otra vez, siempre lo mismo. La calle estaba terroríficamente vacía, no había ruidos de autos, no había gente, no había nada. Estaba él con su soledad y su tristeza porque ya la extrañaba. Buscó en un par de calles algún almacén, y encontró uno con una iluminación horrible, muy pequeño y triste. No había nadie, ahí tampoco. Esperó inútilmente la extraña aparición de alguien, pero fue en vano. No había azúcar en ningún lado, querida. Ya está, lo tomamos así. Dale, no te enojes.
Lucía, Lucía. Siempre enojándote, y siempre tan linda y tan arreglada. Lucía, si supieras cómo me gusta que te enojes así y te des vuelta y me mires de reojo, cómo me gusta que te vayas a mirar televisión y me dejes solo porque sabés que te extraño, ai Lucía. Verte de lejos es más lindo que tenerte, porque sé que estás cerca pero no tanto, y vos lo sabés, sabés que podés manejarme, hacer lo que quieras, porque me desangro amándote tanto querida, me deshago en mí mismo cuando te veo venir, y no puedo hacer nada más que amarte cuando estás, no puedo hacer nada más que…
Pero Lucía no volvía. Las horas se iban atando a los pies de Sergio, al cuerpo, a los latidos. Lucía no volvía y se iba deshaciendo su imagen poco a poco… se escapaba la cara, los ojos tristes, los brazos cansados… Y sin embargo, aunque ya no estaba su cuerpo frágil ni su boca tibia, aunque iban consumiéndolo las horas de ausencia y de azúcar que faltaba, sin embargo seguía muriéndose de amor hasta los huesos y la carne. La buscaba en cada rincón con la mirada perdida, hacía ya cuántas horas que se había ido a ver televisión, y él, y el azúcar. Había que buscar ese azúcar, pero ella no estaba, había que buscarla a ella, porque no estaba y se había ido a la habitación. Sí, estaba en la habitación pensando en el azúcar, en el frío y en el té. En todo menos en que Sergio la amaba hasta morirse, en que la estaba esperando mientras buscaba el azúcar, y no aparecía y él tampoco iba a buscarla porque sabía que estaba escondidita en la cama con los ojos asomados, qué linda debía estar ahí. Pero no podía verla porque era el azúcar y era ella, porque tenía que estar en algún lado oculto, siempre estaban ocultas las cosas en esa casa, porqué no habrían de estarlo ahora.
Así que buscó un poco más ya bastante agotado, y decidió esperarla sentado en la cocina, esperó y sintió un aroma extraño. Conocía todos sus aromas, pero este era otro. No era el perfume de rosas, no era el jabón de baño ni el jabón en polvo. Era un olor fuerte y estéril, voraz, agresivo. No era ella, ella no estaba ahí. No era el olor que él amaba, no había ningún cuerpo que llevara el olor que él amaba. Y se paró de un salto a buscarla, y qué habría pasado con el azúcar, tal vez lo tenía ella y era una broma para hacerlo sentir mal, siempre tan linda y graciosa. La habitación estaba abierta y vacía, llena de ese olor extraño y vomitivo, como de dulces y de cosas lindas, pero ajeno al fin. Y ahí estaba ella, con los ojitos cerrados como todas las noches en las que la veía dormir, y las sábanas tapándola casi por completo pero dejando salir a sus párpados tristes. Era azúcar lo que estaba en el aire, era ella que estaba llena de dulzuras y de sabores, llena hasta el más mínimo rincón, durmiendo plácida sobre la cama solita, mientras él la besaba y sentía el sabor de lo ajeno, de lo nuevo. De lo que no amaba.
11.7.08
La lluvia.
10.7.08
Se irán.
Se irán haciendo arena entre mis dedos frágiles,
se irán deformando con el tiempo, con las horas,
se irán y volverán pero ya viejos y ya otros,
con otras caras, con otros nombres,
y ya no seremos lo mismo,
ni vos, ni yo,
ni los días que un día,
algún que otro día
y mejor mientras no sea el día en que
se haga de día la luz,
serán olvido y miseria,
basura descartable como las ratas
o las tristezas,
como los besos y la materia
disuelta en cada gota de aire y
en cada sonrisa.
Se irán así los días, solos y atados
como creíamos tenerlos,
pero no, se irán de espaldas al mundo
y al presente sucio,
cargados de pasados y de nada,
llenos de nosotros,
hacia el recuerdo.
6.7.08
El último alivio.
1.7.08
Así es la vida.
Nube.
29.6.08
Los restos.

28.6.08
El idioma del presente.
No argumenta ni justifica, no busca otras cosas, se cierra en él y anda inevitablemente en sí mismo. A todo tiene una respuesta, todo es o no es, se limita al extremo, al saber o no. Es rápido y cuantitativo, es estético y superficial, se adorna y se disfraza para salir. Es en función a la mirada del otro, actúa o deja de actuar según lo otro, lo demás. Cree en la agresión y la violencia, aplica la mente y no el sentimiento. Vive a través de su propia ignorancia y su propio límite, no sabe y cree saber, no sirve y cree servir. Y así sobrevive a través de los años. Importa. Y sabe cómo actuar para seguir estando, seguro y firme: no siente.
Tal vez me pase por leer mucho a Garcilaso. Posteo número 70.
25.6.08
Ideas.
24.6.08
Mis más sinceras disculpas.
22.6.08
En el banco.
21.6.08
Invierno.

17.6.08
Llegó la hora.

13.6.08
El tiempo que pasa.

8.6.08
Metros.

6.6.08
Patrón verbal.
Y la vio. Era ella, o su belleza, o el mal día, o el calor. Venía como despreocupada, contenta, real. Todo lo que a él le faltaba, ella lo tenía. Le preguntó la hora, el nombre, las cosas. Y sin saber cómo ni porqué se prendió la blusa, lo miró a los ojos y caminaron hasta el momento en el que ocurrió, y no supieron qué pasó, fue el alboroto y esa soledad. La irrealidad que los dejó que hicieran y deshicieran, que pudieran, sin importar si debían, sin importar el día.
Era el sol otra vez, como esos días cansados, iguales. La vio y qué iba a hacer más que verla, si allí estaba. Y de pronto todo se cortó, y sin recibir una explicación, se fue como si nunca hubiera estado, y su rostro quedó grabado en su memoria. Pero qué importaba si no estaba, si llegó a su casa y vio a su marido y no le habló, pensar en él la hacía sentir tonta. Tenía su recuerdo tan presente, su ausencia tan inútilmente clavada que apenas entendía cómo había cambiado esa hermosa utopía por la idiota realidad.
Los días pasaron y apenas se guardaban los momentos. Y fue en uno de esos donde había algo, donde se encontraban y donde iban y se abrían al ese mundo donde el encuentro no era más que caer lo que parecía, pero no era.
3.6.08
Pasado, pasado...
31.5.08
Mentira!
27.5.08
Del 20 de abril de 2005.

25.5.08
Música.
hoy nueva, real.
Suena alarmante, sonriente
sabe cuándo venir
cuándo no es difícil escucharla;
cuando aparecés entre los libros
y el ritmo inacabable
entre el labio seco y la lágrima sangrante
y venís como insinuante
y gritás como insistente,
qué hacer cuando estás cerca
y me pedís que te abrace
y te entregás al vacío y al miedo,
a la oscuridad del cuarto,
a mi piel que cree oir tu voz y
a tu cuerpo cansado,
a tu risa eufórica,
a tu beso atolondrado.
Tanto creo oírla que te veo entre
las puertas y los jardines, los malvones
y las rosas, los labios y los adoquines,
te veo hermosa como a una estrella
que apenas brilla,
tu boca que se hace mía
cuando venís a la mente sin avisarle
antes,
se hace real tu recuerdo,
se hace memoria el olvido,
se hace esencial lo insignificante.
24.5.08
Un poco de discurso.

18.5.08
Uno, dos, tres.

11.5.08
El final.

Lo peor es cuando aparecés vos sin avisarme y volvés mi mente tan maleable y me hacés dudar como una tonta, será acaso porque no te quiero en realidad, quiero que me hagas sonreir entre el viento frío y las lágrimas de cansancio, que me toques apenas con dilacadas manos y un aire de placer. Y cuando estás lejos y te encuentro y me entero de que estás ahí tan vulnerable a que te tome de la espalda o de los hombros y con un beso en la mejilla intente llevarte a mi mundo que cómo se cae a pedazos cuando me doy cuenta de tu ausencia real, lo poco que te quiero y la confusión. No por no saber exactamente si es que te necesito o no, sino por perderme en vos tanto y tan poco a la vez, porque me doy vuelta y el mundo está ahí y no hay manera de escaparnos, es tan fuerte la impotencia que siento cuando te veo a mi lado pero al mismo tiempo tanta gente y tanto aire viciado. Y es necesario cerrar los ojos en el beso infinito para saber y sonreir entre tus labios, saber que no existe esa confusión sino la ambigüedad que me carcome pero qué importa si tan envuelta está mi cintura por tus manos aunque sean las únicas manos y la única cintura y el único mundo en el que creemos, por eso no quiero que me sueltes y sí, porque acaso no sé dónde estoy parada y tus ojos me llevan, y no quiero.
8.5.08
Sentarme a escribir.
Puedo llamarlo refugio, salida, irrealidad. Pero no existe, es indescriptible lo que soy yo cuando dejo que las palabras se escapen, una esclava de la inconciencia. Como si muriera y volviera a nacer unos minutos después, pero son tan lindos esos minutos antes, el tiempo pleno y puro, el silencio. Un respiro después de tanto ahogo, el placer abstracto de saber que nada existe, solo algo parecido a mí que se convierte en mí para engañarme y sonreir y ser de una vez por todas. No parece tan complicada la acción de dibujar líneas ensambladas que significan palabras que significan cosas que significan. Pero lo es, un estado de esencia, plenitud, yo contra el mundo que es tan fácil respirar, invisible pero presente al fin. Y me encanta luchar contra mí también, una discusión entre quien es y quien escribe, quien busca y quien encuentra, quien ve y quien observa. Es lindo porque puedo ganarme el segundo quien, pero qué engañoso es todo si acaso apenas me doy vuelta desaparece y lo pierdo para siempre, y quién sabe cuándo volverá, tal vez nunca y me vea obligada a ser y a salir al mundo para el que no estoy preparada, sin tan bien estoy con ese quien, si tan bien estaba y tan mal al mismo tiempo.
6.5.08
El virus.

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Los días ya estaban acostumbrados a tanto gris, no les sorprendía la sensación de falta de algún que otro trozo de cuerpo, ni ver cómo la ciudad se derrumbaba por dentro, entregada. No había nada que hacer, hacía rato la esperanza estaba muerta y probablemente ellos también, muertos ante la desesperación de no saber, de no encontrar una explicación para todo ese dolor concentrado a través de las calles y los edificios y las plazas que habían sido felices cuando aún había sol y sonrisas y vida. Pero ya no, nadie se quería por haber perdido la lástima, la piedad. Completamente destruidos, aturdidos, feos. Y antaban sin mirarse y hacía meses o años que no besaban más que su propia lágrima, y sólo aparecía de vez en cuando, cuando se daban cuenta de que aún quedaba un resto. Ahí era donde lloraban, llenos de sentir algo tan ajeno, un deseo de volver a ser. Volver. A un mundo casi tan triste como ese, tal vez más. Pero querían, sí que querían, apenas podían, pero era lo único que ansiaban. Saberse vivos, o muertos, o algo. Pero saber sin tener que pasar por el sufrimiento de la entrega, o el extrañar, o el contener. Y tenían que, para saber. No había opción.
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Era tan insano el olor a muerte. Esa, la que robaba más al vivo que al muerto. Porque la soledad era cada día un poco más cuel, se mostraba orgullosa y se reía del desastre. Pero no, no podía llamarse desastre. Más bien la costumbre del horror transformada en rutina prácticamente tangible. El vacío era ya respirable, se veía sin esfuerzo y no molestaba a esa altura, una etapa de extinción de especies y partes, de falta de sentir, y qué iban a sentir si vivos o muertos, muertos estaban. Estar respirando el aire pesado que había sido tan puro alguna vez, y cómo todo se transformaba a través del tiempo sin contar nada, sigilosamente y de repente miraban y era otra cosa eso que había creído tan suyo. Etapas, cambios, aceptarlas. Si acaso había una manera de aceptar la imagen, y la había porque no hacían nada por enfrentar la muerte ajena que ya era vida de tanto morir y nacer y volver a morir, ya no tenía nombre ni expresión, una sensación de vació y aire contaminado por el pasado viviente.
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Terminó y comenzó todo como inacabable, un mundo carcomido por sí mismo, por su propia obsesión y su propio miedo incorporado. Plenitud de sucesos que no habían sucedido y sobrevivía esa confusión de un pueblo que deseaba arraigarse a algo, lo primero, lo más fácil, lo accesible. La eterna necesidad, el miedo enfermizo, la vivencia de la propia entrega, tan entregada que no hacía falta nada, sólo esperar ese momento de imperceptible muerte, consumiéndose mientras tanto cada trozo de cuerpo carnoso, vaciándose de signos vitales poco a poco, una lejanía de la propia esencia que parecía ser tan propia pero no, se escapaba de las manos y los brazos y los ojos como saltamontes, y caían retazos de esa biología que ya no servía, descartable. Y esperaban. Librarse de esa carga de ser y vivir, de sus responsabilidades para, por fin, entregarse a la inexistencia.
3.5.08
El siglo veintiuno: los bandos.

Ubicándonos ahora en la otra parte: la minoría. Vemos desde afuera, tan cercano, a ese mundo ya planteado. Los odiamos, nos burlamos, los criticamos e intentamos no parecernos ni un poco a ellos. Podemos basar nuestra existencia en ese esfuerzo de la originalidad, nadar contra la corriente, crear una realidad nueva basada en escuchar música de categoría, leer libros, tomar café y mantener largas charlas filosóficas. ¿Pero no estamos constantemente pensando (naturalmente, porque convivimos) en ese mundo al parecer tan ajeno, intentando la creación de una nueva raza anti-moda? Sí, y la creamos. Pocos, perdidos también, muchos indefinidos. No encontramos un lugar en el mundo, pero sabemos que estamos ubicados lejos, infinitamente lejos de la ignorancia, las masas, la ropa ajustada y la música electrónica. Tal vez sea nuestra única certeza, y de ella nos aferramos. Nos sentimos seguros, aparentemente, con esa personalidad distinta al resto y estamos parcialmente identificados, nos basamos en el pasado como criterio (época de oro de los adolescentes) y nos esforzamos para no ser jóvenes de hoy, no ser iguales.
El planteo está hecho y evidentemente nosotros sabemos que lo hacemos porque queremos (y puedo asegurarlo sin lugar a dudas), con orgullo con ganas. Pero estamos fuertemente integrados a un mundo vacío de nosotros, de inteligencia, de dudas y puede que vivamos en él también, pero somos felices. ¿Somos felices?
Nota 1: Se las dejo picando.
Nota 2: Abro debate, cualquier opinión, sugerencia, oposición, será bienvenida. Bueno, oposición no.
NOTA GENERAL: yo sé que por más que intente poca gente va a leer este texto sin dejarlo por la mitad, al igual que seguramente muchos textos anteriores con más de diez renglones. Lo sé, quería decirlo como para que sepan que tengo bastante clara la realidad, oh maldita realidad.
Pero estoy bastante bien igual, aunque sea infinitamente aburrida yo y mis cosos. Si no fueran míos, seguramente tampoco los leería. Tal vez, no sé. Sí, los leería. Pero mierda, hay un mundo ahí afuera y yo no estoy en él o sí, quién sabe.
Quién?
2.5.08
Fragmento 2.
Y en cada trozo de aire estaba su aroma asesino, llamándola, tan seductor que no podía resistir la tentación de dejarlo todo y buscarlo hasta perder la conciencia, dejar esa vida para comenzar otra de infinito descontrol, sólo porque permanecía en ella ahí clavado el olor del pasado, como un puñal que tampoco intentaba sacarse, si era tan feliz sabiéndolo ahí. Si era tan feliz tocando el aire con la yema de sus dedos, sonriéndole.
Y qué iba a hacer, si la noche no terminaba y podía hacer y deshacer a su antojo, el tiempo no funcionaba y su boca reseca pedía a gritos un pasado que no iba a volver, y cómo asumir que era hora de vivir, que no valía la esperanza a la hora de saber que había un mundo, uno sólo y era ese, y él ya no estaba allí.
29.4.08
Dormías.
El cementerio.

Y hoy ya es tarde porque te dejé, enceguecido porque esa vez me tocó el hombro y me susurró palabras horribles, tan horribles. No vuelvas, no. No lo intentes. Decía y corrí olvidándote por un instante, porque nunca te olvido, pero es que ese momento fue pensarte tan muerta, y no estabas muerta.
Debí salvarte, pero qué iba a hacer, si de cualquier manera íbamos a terminar uno acá y el otro allá, extrañándonos, porque todos quieren que nos extrañemos hasta el último aliento, a pesar de que te supe viva, tan viva que pude haberte tocado y sacado de ese calabozo de olores nauseabundos, la pocilga de la muerte que engaña. Pero ya no, ahora ya no compro flores, ya no te veo tan linda porque fue ella la que te engañó. No vuelvas, no. No lo intentes. Te dijo.
27.4.08
Silencio.
